¿Por qué a algunas personas no les gustan los animales? La mirada de la psicología sobre un tema lleno de prejuicios
Las elecciones personales responden a historias, percepciones y sensibilidades distintas, que influyen en cómo cada persona se vincula con lo que la rodea. Los detalles, en la nota.
Los animales suelen despertar ternura, empatía y afecto en gran parte de la sociedad, especialmente en quienes conviven con mascotas y las consideran parte de la familia. Sin embargo, no todas las personas sienten esa afinidad. Lejos de interpretarse como frialdad o falta de sensibilidad, la psicología propone mirar este fenómeno con más apertura para comprender qué factores pueden estar detrás y por qué es importante evitar los juicios simplistas.
Una de las explicaciones más frecuentes para entender el desagrado hacia los animales aparece en la historia personal de cada individuo. Expertos señalan que una mala experiencia —como un ataque, una situación traumática o incluso presenciar un episodio de agresión— puede generar rechazo o miedo a lo largo del tiempo.
La médica veterinaria y etóloga Carolina Alaguna Cruz agrega que la crianza también influye: quienes crecen en hogares donde hay indicaciones constantes de no acercarse a los animales suelen incorporar ese temor o desinterés como parte de su educación emocional.
Preferencias personales y límites cotidianosOtras personas evitan el contacto con animales por motivos mucho más prácticos: no toleran la suciedad, los pelos, los olores o la demanda de cuidado que implica tener una mascota. Esta postura no está vinculada a la falta de sensibilidad, sino a preferencias personales y límites que cada uno establece sobre su espacio, tiempo y rutina diaria. Para muchos, no asumir una responsabilidad adicional es simplemente una elección legítima y válida.
En un artículo citado por The Independent, el especialista John Bradshaw, autor de En defensa de los animales, recuerda que no todas las sociedades tienen tradición de convivencia cercana con mascotas. Incluso en Occidente, donde el amor por los animales parece generalizado, existen muchas personas que no sienten la misma afinidad. Pensar que “todo el mundo ama a los animales” es, según Bradshaw, una percepción equivocada.
No se trata de ser mejor o peor personaEl veterinario Guillermo Rico destaca que la sensibilidad hacia los animales no define la calidad humana de alguien. Amar más o menos a los animales solo indica que cada persona conecta con distintos aspectos de la vida, y eso no convierte a nadie en mejor o peor ser humano. Las etiquetas como “frías”, “indolentes” o “malas” suelen surgir por prejuicio y desconocimiento.
Cuando el rechazo se convierte en crueldadLos especialistas hacen una distinción clave: no gustar de los animales no es un problema. Lo verdaderamente preocupante aparece cuando el rechazo toma la forma de agresión, violencia o maltrato. Rico señala que quienes ejercen crueldad sí presentan una alteración grave en su escala de valores y pueden incluso mostrar rasgos asociados a comportamientos sociopáticos.
La afinidad hacia los animales no es universal ni obligatoria, y comprenderlo permite mirar esta diferencia sin estigmas. Las experiencias, la crianza, los temores y las preferencias moldean la relación que cada persona establece con el mundo animal. Respetar estas diversidades —siempre que no involucren violencia— es clave para construir una convivencia más empática y libre de prejuicios.