Cómo usar las cortinas térmicas para conservar el calor en casa
Reducir la pérdida de temperatura por las ventanas permite bajar el consumo de calefacción y mejorar el confort del hogar. Una inversión que se amortiza rápido
Las ventanas suelen ser uno de los principales puntos de fuga térmica en una vivienda. A través de sus vidrios, marcos y rendijas, el calor generado en el interior se escapa con facilidad, y en su lugar ingresa el aire frío del exterior. Frente a ese problema, las cortinas térmicas o de blackout se presentan como una solución efectiva y accesible para hogares que buscan optimizar su consumo energético.
Durante el día, conviene abrirlas por completo para dejar entrar los rayos del sol, que funcionan como fuente de calefacción natural. Pero cuando cae la tarde y baja la temperatura, lo mejor es cerrarlas por completo. Este gesto crea una barrera física que impide que el frío penetre y retiene el calor ya generado.
Elegir cortinas de telas gruesas, con doble capa o recubrimiento térmico, mejora aún más su efectividad. Si bien representan una pequeña inversión inicial, su impacto en el ahorro de gas o electricidad se nota en pocas semanas, especialmente cuando se combinan con otras medidas de eficiencia.
Las cortinas térmicas están fabricadas con materiales especiales y tejidos más gruesos que las tradicionales, lo que les otorga una mayor capacidad aislante. Su estructura se compone de tres capas diferenciadas. La primera, que queda visible desde el interior del ambiente, es una capa superficial de tipo decorativo, generalmente confeccionada en algodón, lino o poliéster. En el medio se encuentra la capa aislante, que está para conservar la temperatura interior y evitar que el frío penetre o el calor se escape. Por último, la capa exterior es la que queda en contacto con la ventana y actúa como una barrera frente al aire del exterior, además de contribuir a reducir la condensación en los vidrios.