Cuando guardar se convierte en una obsesión: el lado oculto del trastorno por acumulación

Detrás de la necesidad de conservarlo todo se esconde una compleja condición psicológica que puede poner en riesgo la vida emocional y familiar de quien la padece. Los detalles, en la nota.

JPFiaschi

El acto de guardar objetos de manera compulsiva dejó de verse como un simple hábito o una cuestión de desorganización doméstica. En 2013, la psicología clínica lo reconoció formalmente como un trastorno propio en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM), separándolo del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).

Este cambio permitió entender su verdadera dimensión. El trastorno por acumulación implica mucho más que tener una casa llena: se trata de una condición donde el volumen de objetos impide usar los espacios de manera normal y genera consecuencias graves en la vida diaria.

La psicóloga clínica Julie Pike, colaboradora en el programa Hoarding: Buried Alive y especialista en esta problemática, lo explicó con claridad en el podcast Speaking of Psychology:

“La gente que acumula suele atesorar cosas que no tienen mucho valor para la mayoría, compran al por mayor o adquieren tantos objetos que se vuelve imposible moverse en casa. En casos extremos, las personas pueden perder su vivienda o la custodia de sus hijos”.

Según la profesional, el punto central está en el “deterioro clínico” que provoca esta conducta, al afectar la seguridad, la convivencia y la salud emocional de quien la padece.

Una herencia que puede estar en los genes

Las investigaciones recientes sugieren que el impulso de acumular podría tener una raíz biológica. Pike detalló que existen estudios que vinculan la conducta con una anomalía en el cromosoma 14, relacionada con el procesamiento de la información y la toma de decisiones.

“El índice de heredabilidad es altísimo: el 80% de las personas que padecen este trastorno tienen un familiar de primer grado que también lo sufre”, explicó la psicóloga.

Además, suele coexistir con otros cuadros como el TDAH, la ansiedad o la depresión, y tiende a intensificarse con el paso del tiempo. Las estadísticas indican que el grupo más afectado está entre los 55 y 94 años, y que la pérdida de una pareja —por viudez o divorcio— puede actuar como desencadenante. En algunos casos, incluso aparece asociado a enfermedades neurodegenerativas como la demencia.

Por qué limpiar no es la solución

Uno de los mayores errores que cometen familiares o allegados es intentar limpiar o vaciar la casa de manera forzada. Pike advierte que esta práctica puede ser devastadora:

“Retirar las cosas de alguien en contra de su voluntad es como intentar sacar el alcohol a un alcohólico: solo van a comprar más”.

La reacción más común es la desconfianza y la acumulación compulsiva posterior, lo que agrava el cuadro y puede derivar en una crisis emocional profunda.

Los expertos señalan que el tratamiento requiere un enfoque integral, que no solo aborde la acumulación, sino también los traumas, la ansiedad y la depresión que la acompañan. Las terapias más efectivas incluyen la terapia cognitivo-conductual, la terapia de aceptación y compromiso (ACT) y la entrevista motivacional, herramientas que buscan que el paciente se comprometa con un proceso de cambio gradual.

Un trastorno que puede tratarse

Aunque el camino de recuperación es largo y desafiante, Pike asegura que es posible mejorar la calidad de vida con acompañamiento terapéutico.

“Nadie tiene que vivir con la desesperación que trae el trastorno. No importa cuán grande sea el problema, siempre puede ser aliviado”, concluyó la especialista.

El trastorno por acumulación continúa siendo un tema complejo y, muchas veces, invisibilizado. Sin embargo, su reconocimiento como una condición clínica real representa un avance crucial para comprender —y tratar— una conducta que afecta a millones de personas en silencio.

 

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