El egoísmo es una enfermedad que aún no hemos erradicado
No es bueno que nos encante ser el centro de atención
Hay personas que se creen los únicos habitantes del mundo, esas a las cuales deseamos decirles que si dejan de mirarse su propio ombligo verán que no son el centro del universo. Esas personas tienen el rostro de un directivo de empresa, de una compañera de trabajo e incluso de un alumno de secundaria que ya se deja percibir como bravucón y manipulador. Los ególatras sienten que son únicos y que hay algo que los hace inigualables, rasgos que los convierten en oportunistas emocionales.
Carl Jung solía decir que "el egocéntrico es incapaz de aprender del pasado, de entender eventos contemporáneos y de proyectarse correctamente hacia el futuro". Porque el ego exacerbado necesita continuamente dar buena imagen, carece de humildad y muy a menudo coquetea con la soberbia.
Resulta bastante insoportable tener que lidiar con un narcisismo que solo quiere exhibirse y agigantarse frente a los demás. Todos, en mayor o menor frecuencia, nos encontramos con un ególatra en nuestra vida, esas personas que solo piensan en demostrar que son superiores a los demás. Al experimentar una actitud de autoadoración, el ególatra es aquel cuyo amor propio va más allá de lo sano y realista, alardeando hasta crear un culto hacia sí mismo.
Los ególatras no toleran bien las críticas y responden a ellas con agresividad o incluso negación, así como también suelen tener una actitud defensiva en cuanto detectan cualquier amenaza para su "grandeza". Si bien suelen alardear sobre logros y posesiones, también analizan las situaciones desde el prisma de superioridad. Por eso sus relaciones sociales son poco funcionales y tienden a ser solitarias. Los ególatras tienen una necesidad muy grande de ser aprobados, aceptados y reconocidos.
A pesar de que es importante que seamos los protagonistas de nuestra vida, no es bueno que nos encante ser el centro de atención. Resulta fundamental aprender a encontrar un equilibrio para que no se convierta en un rasgo negativo. Ser competitivos no siempre es bueno y debemos aprender a reconocer en los demás sus talentos y sus logros, sin buscar compararlos con los propios.
Hay personas que parecen no saber que la Tierra gira alrededor del Sol y no de ellas, por eso es que se autoproclaman infalibles, generando un fortísimo rechazo social debido a su comportamiento. Lidiar con una persona que tiene comportamientos egocéntricos resulta crispante por múltiples razones.
Creerse el centro del mundo y sentirse más importante que los demás es nefasto. Alguien que no se cree mejor que los demás intenta alcanzar un equilibrio que garantice el bien común. La autoestima es un querer sano y tolerante, mientras que el egocentrismo es un querer vacío, irreflexivo, excesivo e intolerante. Según los nativos americanos, el "wetiko" es un mal espíritu que suele invadir la mente del ser humano. Se trata del "virus" del egoísmo, un patógeno psíquico que obliga a la persona a alimentar sus propias necesidades como un ser famélico que nunca tiene suficiente. Dicha presencia nos aboca a una suerte de involución donde, tarde o temprano, la humanidad se convierte en su peor enemigo.
El egoísmo no es un mal moderno, es una antigua enfermedad que aún no hemos erradicado. Cada uno de nosotros puede poner en funcionamiento barreras defensivas adecuadas y fortalecer su "sistema inmunitario" psicológico para que esto no ocurra.
"Un ratón, mirando por un agujero en la pared vio a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una trampa para ratones. Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos que había una nueva ratonera en la casa.
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo: Discúlpeme, señor ratón, entiendo que es un gran problema para usted, pero a mí no me perjudica en nada. El cordero se sumó: Discúlpeme, señor ratón, pero no hay nada que pueda hacer, solamente pedir por usted en mis oraciones". Atrás habló la vaca: ¿Acaso estoy en peligro? Creo que no.
Entonces, preocupado y abatido, el ratón volvió a la casa. Aquella noche se oyó un gran barullo cerca de la ratonera. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En medio de la oscuridad no vio que la ratonera había atrapado una serpiente venenosa que rápidamente mordió a la mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre alta; nada mejor que una nutritiva sopa. El granjero tomó su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató al cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo, por lo que el granjero decidió vender la vaca para cubrir los gastos del funeral".
La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que, por ser de otro no te afecta, piénsalo dos veces.