INVIERNO

El regreso de la bolsa de agua caliente: el truco simple que combate el frío sin prender la estufa

Calienta la cama, los pies o la silla de trabajo con una técnica clásica, efectiva y económica. Cómo usar la botella de agua caliente para rendir más y gastar menos.

BAE Negocios

En tiempos de tarifas en alza y estufas en pausa, resurgen métodos antiguos que ganan por eficiencia y bajo costo. Uno de los más eficaces, y también uno de los más olvidados, es la botella de agua caliente: un clásico de las abuelas que hoy vuelve con respaldo científico.

Antes de las frazadas eléctricas, los acolchados térmicos o los aires split, muchas familias en Europa y también en la Argentina usaban estos recipientes —de goma, metal o cerámica— para precalentar la cama o combatir contracturas provocadas por el frío. A diferencia de otros métodos, su calor radiante puede durar entre 6 y 8 horas sin consumir energía, lo que las convierte en una opción sustentable frente al consumo eléctrico.

Un estudio del Instituto de Energía de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, señaló que una botella de agua caliente bien usada puede elevar hasta dos grados la temperatura de una cama sin calefacción. En hogares con cortes o con calefacción reducida, esto puede significar la diferencia entre dormir bien o pasar una noche incómoda.

Cómo usarla correctamente:
  • Llenarla hasta las tres cuartas partes con agua caliente (no hirviendo) y cerrar bien.
  • Presionar suavemente para eliminar el aire antes de tapar.
  • Envolverla en una media de lana, una funda gruesa o un trapo limpio para evitar quemaduras y lograr una distribución más uniforme del calor.
  • Aplicarla en zonas estratégicas: los pies (clave para regular la temperatura corporal), el abdomen o la espalda baja (zonas que tienden a enfriarse y tensarse).
  • Para quienes trabajan muchas horas sentados, colocar la botella en la silla o contra la zona lumbar ayuda a mantener el cuerpo cálido sin sobrecargar el sistema de calefacción. En camas compartidas, puede colocarse al pie del colchón un rato antes de acostarse y retirarla al momento de dormir.
  • Un poco de historia:

    El origen de estos “calientacamas” se remonta al siglo XVI, cuando se utilizaban recipientes de cobre, estaño o cerámica llenos de brasas o agua caliente. Hoy, algunas marcas independientes ofrecen versiones ecológicas de arcilla, hormigón o fibras naturales, que conservan el calor durante más tiempo y sin riesgo eléctrico.

    En ciudades como Buenos Aires, donde el costo de la electricidad y el gas obliga a ajustar consumos, esta alternativa low-cost vuelve a posicionarse como una solución práctica, segura y adaptable. Porque a veces, para entrar en calor, no hace falta más que una vieja botella, un poco de agua caliente y una manta cerca.

     

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