Proactividad: ser altamente original
Tomar las riendas de nuestro "destino" es atreverse a actuar
Conocemos personas que no dejan de avanzar; son cazadores de oportunidades y no paran de cosechar éxitos, empujados por los desafíos. Hay otras, en cambio, que parecen haberse estancado en sus trabajos y no cuentan con aspiraciones. La diferencia está marcada por la iniciativa; o dicho de otra forma, por la proactividad de algunos o por la pasividad de otros. El concepto de proactividad inicialmente fue acuñado por Víctor Frankl, un psiquiatra austríaco que sobrevivió a los campos de concentración nazis.
Según él, la vida es una toma de decisiones, constante y diaria. Algunas apenas tienen relevancia, mientras que otras marcarán nuestro estilo de vida. Tomar las riendas de nuestro "destino" es atreverse a actuar, hacer frente a la realidad de una manera creativa, ágil y en sintonía con los cambios para evitar, en la medida de lo posible, ser "golpeados" por las circunstancias. Se trata de tomar la iniciativa y de tener un criterio de responsabilidad para lograr que las cosas sucedan.
Una persona reactiva espera pasivamente resultados, permaneciendo en su zona de confort. Sueña con ser feliz en su puesto de trabajo sin vivir el estrés de lo nuevo y experimentando una rutina tranquila y sin cambios. Usualmente, estas personas no suelen prever las consecuencias de sus actos, reaccionan de forma impulsiva frente a los problemas, casi siempre con agresividad o sintiéndose intimidadas. Rechazan el análisis de sus actos y se enfocan en los factores externos para descubrir las causas de sus problemas. La reactividad conlleva un conformismo ante las situaciones, un seguimiento resignado de las pautas que otros, el contexto o la sociedad imponen.
En cambio, las personas proactivas son capaces, casi siempre, de tomar la iniciativa. Su actitud básica es la de proponer soluciones y tomar responsabilidad frente a las situaciones sin necesidad de que las inviten o las presionen para que lo hagan. Se enfocan en la acción y ven los problemas como desafíos. Tienen una mentalidad positiva, creativa y flexible, ya que el pensamiento proactivo necesita ir más allá del momento presente. Se trata de pensadores "altamente originales", hombres y mujeres generadores que toman la delantera, prueban y avanzan. Confiar en las propias capacidades para aspirar a algo mejor resulta clave para este tipo de enfoque. Se mueven, construyen opciones y alternativas. Stephen Covey decía: "Tomar la iniciativa no significa ser insistente, molesto o agresivo, significa reconocer nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan". Emprender proactivamente es una de las actividades más interesantes, pues ofrece la posibilidad de explorar otros caminos de aprendizaje y de acción para los entusiastas.
Las personas proactivas generan, a partir de su perspectiva interna, un incondicional clima favorable a pesar de las turbulencias del tiempo, los compañeros o los persistentes conflictos sociales. Como expresó Frankl: "Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino". La proactividad implica no solo anticipar el cambio sino también crearlo.
"Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Siempre fue muy serio y cumplidor de sus obligaciones. Estaba orgulloso de no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día buscó al gerente para hacerle un reclamo: Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero, pero siento que he sido postergado. Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace solo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor. El gerente, mostrando preocupación, le dijo: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes. Quiero dar fruta al personal para la sobremesa de hoy. En la esquina hay un puesto, por favor averigua si tienen naranjas.
Juan se esmeró en cumplir el encargo y en 5 minutos estaba de vuelta. Señor, tienen naranjas para la venta, dijo. ¿Y cuánto cuestan?, preguntó el gerente. No pregunté eso señor, respondió Juan. ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?, replicó el gerente. No sé señor, pero creo que sí, contestó Juan.
El gerente tomó el teléfono y llamó a Fernando, quien recibió las mismas instrucciones y en 10 minutos estaba de vuelta. Señor, tienen naranjas, lo suficiente para atender a todo el personal. Si prefiere también tienen plátano, papaya, melón y mango. La naranja está a $40 el kilo. Si la compra es por cantidad, nos darán un descuento. He dejado separada la naranja pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido, detalló Fernando. Muchas gracias, pero espera un momento, indicó el gerente, quien se volteó y le preguntó a Juan: ¿Que me decías?. Nada, señor, eso es todo, muchísimas gracias. Con su permiso me retiro, respondió Juan".