El agua dulce desaparece a un ritmo alarmante
Un estudio global alertó que el fenómeno es impulsado por el cambio climático y las sequías extremas
El planeta está experimentado una pérdida de agua dulce sin precedentes, que comenzó en 2002 y está impulsada por el cambio climático, el uso insostenible de las aguas subterráneas y las sequías extremas. Así lo reveló un estudio confeccionado a lo largo de las últimas dos décadas mediante observaciones satelitales a cargo de un equipo dirigido por la Universidad de Arizona State (ASU). El trabajo, que además destacó la aparición de cuatro regiones de "megasequedad" a escala continental ubicadas en el hemisferio norte, planteó una seria advertencia sobre las graves consecuencias de este fenómeno en lo que respecta a la seguridad hídrica, la agricultura y la estabilidad global.
El equipo de investigación detalló que las zonas terrestres secas se están expandiendo a un ritmo que duplica el tamaño de California cada año. Asimismo, la velocidad que registran las zonas secas que se están volviendo más secas ahora supera la velocidad que evidencian las zonas húmedas que se están volviendo más húmedas, revirtiendo los patrones hidrológicos tradicionales.
Las implicaciones negativas para el agua dulce disponible son asombrosas. El 75 % de la población mundial reside en 101 países que estuvieron perdiendo agua dulce durante los últimos veintidós años. Según indicaron desde las Naciones Unidas, se prevé que la población mundial siga creciendo durante los próximos sesenta años y que la disponibilidad de agua dulce continúe disminuyendo drásticamente en las próximas tres décadas.
Los investigadores identificaron el tipo de pérdida de agua en tierra y, por primera vez, descubrieron que el 68% proviene únicamente de aguas subterráneas.
"Estos hallazgos transmiten quizás el mensaje más alarmante hasta la fecha sobre el impacto del cambio climático sobre nuestros recursos hídricos", declaró Jay Famiglietti, investigador principal del estudio y profesor de Futuros Globales de la Escuela de Sostenibilidad de la ASU, a través de un comunicado.
El estudio también estimó que el 2014 podría considerarse el punto de inflexión debido a un período considerado como el "megaaño de El Niño". A partir de ese momento, los extremos climáticos comenzaron a acelerarse y, en respuesta, el uso de aguas subterráneas aumentó, así como también la desecación continental superó las tasas de derretimiento de los glaciares y las capas de hielo. Además, después de 2014, las regiones de desecación pasaron de estar ubicadas principalmente en el hemisferio sur a estar situadas principalmente en el norte.
"Es sorprendente la cantidad de agua no renovable que estamos perdiendo", afirmó Hrishikesh Chandanpurkar, autor principal del estudio. "Los glaciares y las aguas subterráneas profundas son una especie de antiguos fondos fiduciarios. En lugar de utilizarlos solo en épocas de necesidad, como una sequía prolongada, los damos por sentados", concluyó el investigador de la ASU.