El secreto de las dos estufas y una fumata de tono incierto

Un sistema doble de estufas, una antigua y otra electrónica, garantiza que la fumata del Cónclave sea inequívoca. Así se evita la confusión del pasado

BAE Negocios

La imagen del humo que surge del techo de la Capilla Sixtina es uno de los signos más potentes y evocadores del Cónclave para elegir a un nuevo papa. Blanco si los cardenales alcanzan el acuerdo, negro si la votación fracasa. Pero lo que parece un símbolo inmutable ha sufrido ajustes significativos para corregir errores del pasado. Desde 2005, el Vaticano implementó un sistema de doble estufa para asegurar que la señal enviada al mundo sea clara y definitiva.

El humo proviene de la quema de las papeletas utilizadas en cada votación. Hasta la muerte de Juan Pablo II, ese proceso dependía exclusivamente de una estufa de hierro fundido, de forma cilíndrica y de poco menos de 50 centímetros de diámetro. Esta pieza, activa desde 1939, conserva grabadas en su estructura las fechas de todos los cónclaves en los que intervino: de Pío XII a Francisco. Una inscripción anónima realizada por alguien de la Florería Apostólica testimonia cada una de esas ocasiones: "da marzo del 1939 a marzo del 2013".

Sin embargo, los problemas derivados de la ambigüedad en el color del humo precipitaron un cambio. En 1958, por ejemplo, parte del público creyó que se había elegido un Papa antes de que fuera electo Juan XXIII. En 1978, el anuncio de la elección de Albino Luciani se vio demorado por una fumata de tono incierto.

Para evitar confusiones como esas, junto a la estufa tradicional se instaló una segunda unidad, de aspecto cuadrado y moderno, con una central electrónica en la parte superior. Ambas están conectadas a través de un tubo de cobre reluciente que desemboca en una única chimenea, visible desde la Plaza San Pedro. Según el Gobernador de la Ciudad del Vaticano, "con la quema de las papeletas en la estufa más antigua, se activa un dispositivo electrónico interno en la estufa más reciente".

Este dispositivo lanza una “cartuccia” con cinco cargas que se activan en forma secuencial durante siete minutos. El humo negro se genera con una mezcla de perclorato de potasio, antraceno y azufre. En cambio, el blanco se produce con clorato de potasio, lactosa y colofonia. Las dimensiones del cartucho rondan los 25 x 15 x 7 centímetros. Para asegurar el tiraje, la cañería se calienta previamente mediante resistencias eléctricas y puede accionarse un ventilador si fuera necesario.

A las 9:45, las campanas de San Pedro suelen llamar a los fieles a rezar. Cerrada al público durante el proceso, la Capilla Sixtina permanece lista con las dos estufas en posición. La atención no está en el "Juicio Universal" de Miguel Ángel ni en los frescos de Botticelli o Perugino, sino en esos aparatos funcionales y toscos, encargados de comunicar al mundo el desenlace de uno de los eventos más herméticos de la Iglesia Católica.

Tras la fumata blanca, comienza una cadena de actos precisos. Este año, e cardenal Giovanni Parolin —o en su defecto Fernando Filoni— preguntará en latín al elegido: "¿Aceptás tu elección canónica como Sumo Pontífice?". Si la respuesta es afirmativa, la segunda pregunta es: "¿Con qué nombre querés ser llamado?".

Luego, el nuevo Papa se retirará a la “El cuarto de las lágrimas”, donde lo esperan tres túnicas de distinto tamaño. Vestido como pontífice, regresará a la Sixtina, se sentará en la cátedra, se proclamará el Evangelio, se cantará el Te Deum y los cardenales realizaran su acto de obediencia. Finalmente, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti saldrá a la logia central de la Basílica y anunciará el tradicional "Habemus Papam".

El Cónclave concluirá apenas el Papa dé su consentimiento. Una vez cumplido ese paso, acudirán a saludarlo algunas autoridades de la Curia. En ese momento, mientras la Plaza San Pedro vibre con miles de fieles, las dos estufas, discretas y fundamentales, apagarán su protagonismo hasta la próxima vez.

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