Los primeros Juegos Olímpicos de los que se tenga registro se celebraron en el 776 AC en la villa griega de Olimpia, y sólo podían participar atletas varones. Durante toda la antigüedad, a las mujeres les estaba prohibido no sólo competir, sino asistir como espectadoras a estas celebraciones deportivas que se realizaban cada cuatro años en honor de los Dioses griegos.

En los inicios de los Juegos Olímpicos modernos, celebrados en 1896 en Grecia, no hubo deportistas femeninas y recién en la segunda edición, realizada en París en 1900, participaron 22 atletas mujeres entre un total de casi mil deportistas. A partir de entonces, su presencia fue creciendo, no exenta de altibajos y retrocesos, hasta que -más de un siglo después-, las Olimpíadas de Londres en 2012 fueron las primeras en que todos los países participantes contaron con al menos una mujer en sus delegaciones.

 

Finalmente, los Juegos Olímpicos de 2024 que se realizan nuevamente en Paris del 26 de julio al 11 de agosto, marcarán otro hito ya que por primera vez, de los 32 deportes, 28 estarán igualados en materia de género. Habrá 152 eventos femeninos, 157 masculinos y 20 eventos mixtos.

Este balance “requirió del trabajo colaborativo de las Federaciones Deportivas Internacionales y los Comités Olímpicos Nacionales, para implementar programas de igualdad de oportunidades”, destaca Georgina Sticco, co fundadora y directora de Grow- Género y Trabajo, una consultora que impulsa y asesora en programas de inclusión de género en las organizaciones.

“Además, se cuidó la paridad en materia simbólica: se renombraron la mitad de los espacios donde se realizan las actividades, para reconocer a las mujeres que hicieron historia en el deporte, y se distribuyeron los horarios de las competencias femeninas y masculinas, para que estén balanceados en los “prime time”. En esta oportunidad, la maratón femenina cerrará los juegos”, apunta.

Sin embargo, al igual que ocurre en otros órdenes de la vida, aún existen brechas de participación en los roles de liderazgo de las delegaciones, como el de jefe de misión, oficial técnico y entrenadores. En los últimos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (realizados en 2021 por la pandemia del Covid), sólo el 13% de las entrenadoras eran mujeres.

 

Pioneras y campeonas

La tenista británica Charlotte Cooper fue una de las primeras mujeres en participar en los Juegos Olímpicos, en París 1900. Allí se convirtió en la primera campeona olímpica mujer de la historia.

Hace exactamente cien años en la capital de Francia, la nadadora estadounidense Gertrude Ederle ganó tres medallas en las Olimpíadas de París de 1924. Además, en 1926 fue la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha.

En los Juegos de Londres 1948 la atleta estadounidense Alice Coachman fue la primera afroamericana en conseguir una medalla de oro en salto en alto. Nacida en el seno de una familia humilde, compatibilizaba los entrenamientos con trabajos de limpieza.

En la inauguración de los Juegos de Ciudad de México en 1968, Enriqueta Basilio fue la primera mujer que llevó la llama olímpica como parte de la selección de atletismo de su país, ya que era campeona nacional de carrera con vallas.

Con solo 14 años en 1976, la rumana Nadia Comaneci pasó a la historia como la mejor gimnasta de la historia, cuando en los Juegos de Montreal, obtuvo una calificación de 10 en barras asimétricas y marcó un nuevo standard en la disciplina.

Más cerca en el tiempo, la tenista estadounidense Serena Williams ganó cuatro oros olímpicos y 39 títulos de Grand Slam, reivindicando siempre la igualdad salarial en el deporte.

Entre las competidoras nacionales olímpicas, se destaca la Judoka y médica Paula Pareto, ganadora de la primera medalla de oro femenina para el país en los Juegos de Río 2016, hazaña que repitió en Tokio 2020. Con 1,50 metros de estatura y 48 kilos de peso, la “peque” Pareto es una de las deportistas argentinas más grandes de la historia.