Cultura y genética

La neurociencia cognitiva investiga cuánto modifica la cultura la expresión de genes

Ignacio Brusco

"La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida"

André Malraux

Existe en la actualidad el consenso científico sobre que algunos genes se expresan y otros no. Por ejemplo, sólo un cromosoma X del ADN humano se expresa mientras el otro se mantiene silencioso. Estas ideas han llevado a estudiar la parte del genoma que no se manifiesta.

Existe parte de los genes humanos que nunca se expresan y otros que puede hacerlo. Aunque no siempre lo realizan, pues pueden estar suspendidos. Uno esos mecanismos que los enmudece es una reacción química llamada metilación, que se considera la base de la epigenética. Siendo esta última, la posibilidad de expresión genética a partir de la influencia ambiental.

Con el tiempo nos transformamos en quienes somos, a partir de genes, que se van activando o apagando. Se piensa que estas modificaciones pueden heredarse. Que generalmente se expresan en cambios químicos (metilaciones) de un solo nucleótido del ADN (citosina).

Es decir que el ADN es el mismo, pero existen zonas que modifican la expresión del mismo (fenotipo). Este cambio podría continuar en la descendencia. Se generaría con esta observación, un gran quiebre epistemológico de la teoría Darwiniana de supervivencia del más apto. Pues no sólo influiría en la evolución, el ser vivo que contenga mejores mutaciones. Sino que se resignificaría la antes descartada teoría de Lamarck. Que planteaba que el medio ambiente influye en forma directa en el ser viviente y en su descendencia. Quizá una combinación de ambas teorías sería lo más preciso.

Pareciera que la identidad social contiene una característica étnica con su identidad genética

Pero, cómo impactan estas posibilidades en las características e idiosincrasia de las diferentes culturas y sociedades. Parecería que la identidad social contiene una característica étnica con sus componentes genéticos y culturales. Considerando además que las improntas sociales posiblemente podrían transferirse a las futuras generaciones. Sea a nivel interpersonal, pero también génico.

Uno de los estudios muy paradigmático que abrió este camino, fue el del impacto de la hambruna sucedida en Holanda, durante la segunda guerra mundial, en el invierno de 1944. En esa ocasión, fue bloqueada la provisión de alimentos por parte de los nazis, en respuesta a una huelga ferroviaria de los holandeses en favor de los aliados; que impedían su movilización.

Esta crisis generó consecuencias directas en las personas, con aumento de la mortalidad e impacto en los embarazos. Pues los niños gestados en ese período padecieron luego mayor índice de obesidad, diabetes y esquizofrenia.

Al estudiar la descendencia de estos sujetos, estas patologías continuaban con esa alta prevalencia. Habiendo además un aumento de metilación del ADN, en comparación al resto de la población. Lo que llevaba a un comportamiento genético diferente del resto de los sujetos. Estas modificaciones epigenéticas van generando personas, que conforman sociedades y culturas. Una de las investigaciones de la neurociencia cognitiva actual es cuanto modifica la cultura la expresión de genes. Condicionando la conducta de las sociedades.

La conducta social de Occidente es identificada como más independiente y la de Oriente, más colectiva

Los especialistas en neurociencia de la cultura diferencian la conducta social del occidente como independiente, priorizando la autonomía versus la del oriente: interdependiente con prioridad de lo colectivo.

Un trabajo muy interesante realizado por Takahiko Masuda y Richard Nisbett de la Universidad de Michigan evaluó la manera de observar al mundo, de estudiantes de Estados Unidos versus japoneses.

Este estudio muestra a los primeros con más interés individual, siendo los orientales más holísticos, con un sentimiento más grupal e interdependiente. Por ejemplo, al describir una pecera de un acuario los japoneses se centraban en el fondo, mientras los americanos en los peces más grandes. Es bastante aceptado que existen estas características culturales diferenciales.

La psicóloga y genetista Heejung Kim de la Universidad de la Universidad de Santa Bárbara de California, describe una característica genética que nos hace más adaptables a los cambios. Esto puede estar relacionado con conductas independientes de los occidentales, sin embargo esos mismos genes producen una conducta interpersonal en el oriente. Lo que sugiere que el mismo fenómeno biológico (genes de adaptación) podrían generar diferentes efectos, dependiendo la cultura donde se aplique.

La pregunta es qué pasa cuando esas personas se mudan de región, cambiando sus hábitos definitivamente y metilando su ADN, con la posibilidad de transmitirlo a su herencia.

Es probable se acoplen a nuevas características culturales; pues estos estudios se realizaron con diferentes razas adaptadas al occidente, compartiendo ya la característica se esa región, a pesar de ser étnicamente diferentes.

Esta posibilidad genética puede ser que no sea sólo racial, sino que se constituiría con el paso de las generaciones, en su relación con la sociedad y el medio ambiente. Aunque es posible que medien ambas alternativas, la base poligénica de casa raza y también la modificación ambiental-cultural que la impacta.

*Neurólogo cognitivo y doctor en Filosofía. Prof. titular UBA. Conicet

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