¿Marido a los 60? Ellas dicen "no, gracias" y descartan la idea de volver al altar

El 53% de las mujeres mayores de 65 están divorciadas, viudas o nunca se casaron, ni piensan hacerlo. No quieren ser “enfermeras ni carteras”  y tampoco tener la obligación de "cocinarle a alguien más"

BAE Negocios

Por décadas, el matrimonio fue considerado la joya de la corona en el sueño americano, pero muchas mujeres mayores están eligiendo vivir sus años dorados sin la compañía de un esposo. ¿La razón? "¿Qué sentido tendría?", se preguntan.

Alexandra Cruse, de 68 años, es un ejemplo claro. Hace año y medio cambió los inviernos helados de Massachusetts por el sol de Palm Beach Gardens, Florida. Su jubilación la encuentra "perfectamente cómoda" financieramente tras una carrera trabajando en un banco, mientras divide sus días entre yoga, voluntariado, clases de piano y arte, y hasta un grupo de ciclismo. Lo que no está en su lista de deseos: volver a casarse.

Viuda desde 2015 tras casi 40 años de matrimonio, Cruse está abierta a una relación, pero el matrimonio no está en sus planes. "Solo el hecho de mezclar fondos es demasiado complicado", explica, añadiendo que con más de 65 años, "no vas a tener hijos".

Un artículo publicado por Harriet Torry en el Wall Street Journal explora cómo cada vez más mujeres mayores de 60 años están diciendo adiós al altar. Según datos del Centro Nacional de Investigación Familiar y Matrimonial de la Universidad Estatal de Bowling Green, el 53% de las mujeres mayores de 65 están divorciadas, viudas o nunca se casaron, frente a solo el 30% de los hombres. Y si bien la brecha en la expectativa de vida (ellas viven, en promedio, cinco años más que ellos) juega un rol, no es la única razón.

Las mujeres suelen contar con redes sociales más sólidas, lo que les brinda apoyo emocional tras un divorcio o la pérdida de un cónyuge. Además, los tiempos han cambiado: convivir sin casarse ya no es motivo de escándalo. "Muchas mujeres mayores no quieren ser 'ni enfermeras ni carteras'", afirma Susan Brown, socióloga y autora del análisis. "No quieren cuidar a otro ni comprometer su estabilidad financiera".

Christy Sahler, divorciada desde hace casi 30 años, comparte esa visión. "Es un poco solitario cenar sola", admite la residente de Tucson, Arizona, de 61 años. Pero también reconoce que ser soltera le permite dedicar sus tardes al yoga y la cerámica, sin la obligación de "cocinarle a alguien más".

Las cifras respaldan este cambio de mentalidad. Según el Pew Research Center, el 54% de las mujeres viudas o divorciadas dijeron en 2014 que no querían volver a casarse, comparado con solo el 30% de los hombres. Los economistas señalan que el matrimonio ofrece beneficios financieros: quienes se casan suelen tener un mayor patrimonio neto, pero el divorcio, especialmente después de los 50, puede ser devastador. Un estudio publicado en Journals of Gerontology en 2021 reveló que las mujeres divorciadas a partir de esa edad ven reducido su nivel de vida en un 45%, frente al 21% en los hombres.

Y si el dinero no complica el panorama, las cuestiones legales y familiares lo hacen. Volver a casarse puede traer problemas con herencias y poderes notariales, especialmente cuando hay hijos de relaciones anteriores. Algunas mujeres, como Norma Israel, de 63 años, simplemente eligen convivir sin papeles. Tras dos matrimonios fallidos, ahora comparte su vida con Larry Chase, de 78 años, sin mezclar cuentas bancarias ni planes matrimoniales. "Para mí es difícil tener tres strikes", confiesa Israel.

El cambio cultural también juega su parte. Las mujeres con mayores ingresos tienen menos probabilidades de casarse o volverse a casar, según estudios citados por el WSJ. Rosemary Hopcroft, socióloga de la Universidad de Carolina del Norte, explica que los hombres con altos ingresos tienen más opciones románticas a medida que envejecen, mientras que las mujeres exitosas ven reducidas las suyas.

En un mundo donde la generación del baby boom redefine la vejez, los 60 no son los nuevos 40, pero sí una nueva etapa de independencia. Lyn Silarski, diseñadora gráfica de 69 años, resume el sentimiento: "Quizás aparezca alguien que encaje a la perfección, pero lo veo como una especie de milagro".

Porque, después de todo, ¿para qué complicar la tranquilidad lograda con décadas de esfuerzo?

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