Compasión: sufrir juntos
Si practicamos la mirada sin juicio y nos ponemos en el lugar del otro, seguramente lograremos el cambio a una sociedad mejor
La compasión es la habilidad social que tenemos de comprender el sufrimiento del otro y que responde al deseo de aliviarlo y reducirlo. Lamentablemente la palabra compasión ha sido desvalorizada. Hoy se asocia con la caridad o la lástima. El concepto de compasión es más simple y a la vez más intenso que la propia empatía; significa "sufrir juntos". Es claro que todo lo que perjudica a otro me perjudica, y todo lo que lo beneficia me beneficia; así se construyen los vínculos. Compadecerse es una emoción positiva que permite ponerse en el lugar del otro con afecto y desde el afecto, para mantener una relación de ayuda auténtica y desinteresada. En la familia, en un bar, en el trabajo, este estilo de empatía en acción marcaría una diferencia positiva en las relaciones humanas.
Desde la lástima, no se promueve un cambio activo de ninguna situación; generalmente se la observa a distancia, sin acercarse ni acompañar. La compasión verdadera es certeza de presencia. El psicólogo Paul Gilbert señala que sentir compasión no es sinónimo de lástima por los demás. Es una motivación que nos da energía para ayudar a que los demás, puedan aliviar su propio sufrimiento con nuestra ayuda.
Esta emoción nos facilita conectar con nuestro corazón. Nos recuerda que no estamos solos en este mundo y que los demás también importan. Esto nos hace más humanos, sensibles y honestos con las personas que nos rodean. El Dalai Lama llegó a decir: "El problema humano básico es la falta de compasión. Mientras este problema subsista, subsistirán los demás problemas. Si se resuelve, podemos esperar días más felices".
Percibir el sufrimiento ajeno, practicar la mirada sin juicio, contactarnos con un sentimiento de bondad. Y pasar a la acción para que no quede todo en algo interno. El cambio de sociedad empieza por tratarnos mejor, practicar la empatía y la compasión hacia todos y cada uno. El sufrimiento en vez de alejarnos de la humanidad, nos une a ella. Ser compasivo incrementa la serenidad, la alegría y la motivación en los diferentes ámbitos de la vida. Schopenhauer decía: "Todo amor genuino es compasión, y todo amor que no sea compasión es egoísmo".
Sin embargo, nadie podrá sentir compasión por los demás si primero no la desarrolla en sí mismo. Debemos "querernos bien". Desarrollar un diálogo interno positivo sin miedo a reconocer nuestras heridas internas, nuestros defectos o necesidades más profundas. La compasión cura, la compasión genera cambios en nosotros mismos y en los demás. Es un aliento vital capaz de apagar miedos y ansiedades, de mejorar todo proceso terapéutico, de quitar pesos en el tratamiento de cualquier enfermedad o dolor.
La palabra "autocompasión" trae cierto matiz de victimismo. Pero ser autocompasivo no es sentir lástima por uno mismo, ni llorar por sentirse inferior o conflictuado. "Sentir lástima por nosotros mismos es una de las drogas no farmacéuticas más destructivas. Es un narcótico adictivo que da placer en el corto plazo pero nos separa de la realidad", llegó a decir Jhon Gardner, secretario de Salud de Estados Unidos. Se trata de aprender a no culparnos por nuestros errores, fallos o equivocaciones; de no juzgarnos tan duramente. Hay situaciones en que necesitamos ser compasivos con nuestro sufrimiento, tratarnos con delicadeza en los momentos de crisis personales, convertir lo que nos hace sufrir en un aprendizaje vital. Una vida centrada en la compasión es un llamado a recuperar la bondad como el mayor valor humano, entendiendo que esta bondad debe comenzar en el trato que cada uno se dispensa a sí mismo.
"Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno de ellos se le permitía sentarse una hora todas las tardes para que los pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos hablaban mucho y compartían mucho.
El hombre que se podía sentar frente a la ventana, describía a su compañero lo que veía. En esos momentos el mundo se expandía. El parque con un bonito lago, niños jugando, jóvenes tomados de la mano. Flores y árboles embellecían el paisaje. El otro hombre cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.
Una mañana, la enfermera entró para encontrarse el cuerpo sin vida del hombre al lado de la ventana; había muerto tranquilamente mientras dormía. Tan pronto como consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana. La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el hombre estaba cómodo, lo dejó solo. Lenta y dolorosamente se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera de la ventana. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el difunto compañero contándole tantas cosas maravillosas del mundo exterior. "Imposible que las viera -contestó la enfermera- su compañero era ciego. El inventó todo, porque seguramente deseaba animarlo y comunicarle a usted la alegría de vivir".
La compasión, hacer felices a los otros, es el secreto de la propia felicidad.