El festival de Berlín no fue inmune a los escándalos

Lo mejor se encontró por fuera de la competencia

Fernando Juan Lima

BERLÍN, ALEMANIA -. ENVIADO ESPECIAL. Difícil defender la Competencia Oficial de esta 69 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín. Para colmo, más allá de una selección que va, en términos generales, de lo anodino u olvidable (The ground beneath my feet, de Marie Kreutzer; System crasher, de Nora Fingscheidt) a lo demagógico o abyecto (God exists, her name is Petrunya, de Teona Strugar Mitevska; Mr. Jones, de Agnieszka Holland; The golden glove, de Fatih Akin), otros escándalos han agitado la relativa calma que acompañó la muestra. Por una parte, más de un centenar de distribuidores independientes de Alemania presentaron una carta abierta al todavía director del festival, Dieter Kosslick, y al ministerio de cultura germano cuestionando la selección de Elisa y Marcela, de la española Isabel Coixet, por cuanto la decisión de incluirla en la competencia oficial (y no fuera de competencia) contraviene el sistema de ventanas vigente: la película no tiene asegurado estreno en salas. La Confederación Europea de Cines de Arte acompañó esa presentación. Resulta sorprendente que este enfrentamiento surja en razón de la nueva película de Coixet, cuya horrible Nadie quiere la noche abrió la Berlinale en 2015, mas en modo alguno forma parte del grupo de niños mimados de los festivales internacionales. Además, en la selección oficial fuera de competencia (en la que se reclamó que se la incluyera) este año hay nombres más reconocidos y relevantes como André Téchiné (que presentó su algo fallida L’adieu Ó la nuit, protagonizada por Catherine Deneuve) y nada menos que Agnès Varda (cuyo documental autobiográfico Varda par Agnès es más bello y cariñoso, creativo e interesante que la enorme mayoría de la competencia). La presencia en esta sección de El vicepresidente: más allá del poder, de Adam McKay, ya estrenada en casi todo el mundo (Argentina incluida), sólo puede explicarse por la necesidad de contar con la presencia de alguna estrella global (léase, de Hollywood), que este año ha sido también bastante escasa.

El otro escandalete que con bastante eficiencia se intentó acallar es el anuncio de que la Competencia Oficial pasaría de 17 a 16 títulos que se disputarán el ansiado Oso de Oro. Es que, aduciendo “problemas técnicos en la etapa de posproducción”, se informó que la última película de Zhang Yimou, One second, no tendrá su premier mundial en la Berlinale. Hace bien poco, cuando comentábamos aquí mismo la anterior película del prolífico realizador chino presentada en Rotterdam, Shadow, señalábamos el cambio que advertíamos en torno a la posición que en el film se adoptaba en relación con el rol del Estado y la lógica centralista que demostraba su filmografía precedente. El hecho de que la película que finalmente no veremos se acercara a una historia ambientada en la época de la revolución cultural y su llamativo cambio por Héroe (justamente aquella en la que la anterior posición política era más evidente) hace pensar en otras razones. Censura es el término que se repite por lo bajo y es un secreto a voces que el gigante asiático impidió que la película se estrenase aquí. El festival ha decidido atenerse a la versión oficial. Está claro que es más fácil denunciar la censura cuando sucede en Irán que meterse directamente con alguien más grande y poderoso.

Por ahora sólo cabe esperar que el Palmarés sea consistente y serio, y que los premios se centren en la impar I was at home, but, the Angela Schanelec y repartan algo entre Synonimes, de Ladav Lapid (durísima mirada sobre la actualidad de Israel que tampoco es demasiado amable con la Francia que ahora lo acoge) y quizás entre alguna de las citadas previamente que al menos no pueden calificarse como dañinas.

Así y todo, y con la esperanza de que el cambio en la Dirección del festival que se producirá en breve mejore las cosas, no comparto las visiones apocalípticas sobre la muestra. Hay vida más allá de la competencia oficial. En Panorama, por ejemplo, pudo verse la última película del argentino Santiago Loza, Breve historia del planeta verde, de una amabilidad y una gracia impares. Y en un contexto donde se aplauden asesinos seriales y múltiples abusos disfrazados de denuncia, se agradece especialmente que el director cordobés trate con tanto cariño a sus tres protagonistas (cuatro, contando un alienígena moribundo), por más duro o difícil que haya sido su pasado (o su presente). Una hermosa fábula que trae a este siglo algo de Liquid sky (Slava Tsukerman, 1982) y mucho del cine de aventuras de los ochentas.

En Forum tampoco han sido pocos los hallazgos. Así, entre las películas inolvidables, esas que seguramente seguirán su recorrido por distintos festivales del planeta y formarán parte de nuestra memoria cabe señalar la francesa Ne croyez surtout pas que je hurle, de Frank Beauvais y la rusa A russian youth, de Alexander Zolotukhin. En la primera, el realizador cuenta con imágenes de las películas que vio durante 2016 (más de 400) su deriva vital durante ese año, anclado en Alsacia, un lugar al que quiere tan poco como a su padre. Los segmentos de las películas no se extienden por más de 10 o 20 segundos, sacados totalmente de su contexto. El resultado es tan hipnótico como colosal el trabajo realizado; y no podemos sino dejarnos llevar por el río que la voz en off del propio Beauvais propone. La segunda cruza los ensayos de una orquesta que toca música de Rachmaninov con escenas de la primera guerra mundial en las que un soldado pierde la vista. El trabajo visual y de reconstrucción de época, el tratamiento formal y los riesgos asumidos en la narración y diseño de sonido llaman aún más la atención si se tiene en cuenta que se trata de una ópera prima. Por esta sección también han pasado las últimas películas de Thomas Heise, Jean-Gabriel Périot, Heinz Emingholz y Rita Azevedo Gomes, todas excelentes. Sólo queda esperar que, en el futuro, películas como estas sean un poco menos excepcionales y formen parte de la selección oficial.

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