Cinco clásicos para el centenario de Warner Bros. en HBO Max
El estudio que marcó un estilo, mezcla de realismo social con ficciones poderosas, llegó a los cien años. En HBO Max hay muchos de sus clásicos, que están también entre las mejores películas jamás hechas. Pasen y vean por qué son mejores que mucho cine de hoy.
Quizás sepan que este año hay dos aniversarios importantísimos para el cine: los centenarios de Disney y de Warner Bros. En algún punto, son los dos estudios más "complementarios": Disney fue el "dueño" de la fantasía en los años dorados de Hollywood, mientras que Warner fue el realismo social incluso en las más desaforadas de las ficciones. Dado que hay una cantidad importante de clásicos de la firma en HBO Max (que es Warner, dicho sea de paso), vamos a empezar por ese centenario y a tratar de responder la pregunta de oro: ¿por qué ver películas clásicas?
Vamos por el híper recontra clásico Casablanca, que se supone que vio todo el mundo. Pero en general ese "todo el mundo" cree que es una película romántica sobre un tipo duro (Humphrey Bogart) y una mujer abnegada (Ingrid Bergman). No gente, la verdad es que el romance da sustento y profundidad a una película cuyo verdadero tema es la ciudad como laberinto, como no lugar, como encuentro de fuerzas antagónicas, tanto visibles como subterráneas. Y cómo la Historia y sus azares separa o une a la gente. Él fue un tipo enamorado en París (de ella) y la Segunda Guerra Mundial los separa. En Casablanca, que era un puerto casi libre donde la gente se preparaba para huír de los nazis (o no, porque allí hay nazis), él es oportunista dueño de un casino o bar, y ella llega como esposa de un héroe de la Resistencia. Hay de todo: melodrama, policial negro, acción, y bastante más. Curiosidad: el proyecto original lo iban a protagonizar Ronald Reagan y Joan Collins.
Algo similar respecto del lugar común es Rebelde sin causa. Devorada por el mito de James Dean, es ni más ni menos la carta de navegación para el cine del gigantesco Nicholas Ray. De contrabando a través de la historia de tres adolescentes inconformistas, lo que Ray muestra es el paradigma del personaje anárquico, irracional, que no encuentra cauce en la sociedad tal cual la encuentra, un personaje que aparece en todos sus filmes, desde En un lugar solitario a Rey de Reyes. Es, créase o no, una película desprovista de todo sentimentalismo, aunque no de romanticismo en el sentido literario (expresión personal desaforada, digamos) del término. Y muy moderna, del tipo "¿cómo filmaron esto en los cincuenta?".
Otra que se confunde: Río Bravo. Obra maestra total, con esos primeros diez minutos casi sin palabras en los que hay piñas, un asesinato y un duelo de trompis entre Dean Martin y John Wayne, se supone que es un western porque transcurre en un pueblito y entre cowboys y sheriffs y bandoleros. Pero básicamente es un policial negro y casi una película de terror (el modelo, de paso, de muchas películas de John Carpenter: Asalto al precinto 13, El enigma de otro mundo, Príncipe de las Tinieblas y Fantasmas de marte son reversiones de Río Bravo) donde un grupo pequeño de valientes soporta el asedio de unos villanos sin cuento, invisibles y asesinos. Howard Hawks (de pie, gente), se las arregla para contar todo esto con humor, acción física e incluso un discurso bastante liberal sobre las relaciones entre los sexos. Vean Río Bravo.
A la hora del melodrama, tienen que ver (tienen que ver, en serio) ¿Qué pasó con Baby Jane? de Robert Aldrich. Es cierto que Bette Davis y Joan Crawford se trataron pésimo en el rodaje, pero es lo de menos: es la historia de dos hermanas; una de ellas alguna vez fue una niña prodigio en el cine mudo y primer sonoro. Pero algo pasó y quedaron aisladas, locas de odio y de resentimiento (y de amor, también) encerradas en una casa. Aldrich lleva ese melodrama al paroxismo de lo siniestro, a la caricatura, al horror incluso sin ahorrarnos nada. Y encima las dos bestias actorales se sacan chispas compitiendo a ver quién lo hace mejor. Aún sin fantasmas o monstruos, es de esos filmes que nos dejan sin aliento, un espectáculo de tensión absoluta. Hoy nadie se anima a filmar eso, y si lo hace, difícilmente sea el enorme éxito de taquilla que representó en su momento.
Y es claro que poner a la gente al borde del asiento es especialidad del gigantesco Alfred Hitchcock (¿vieron que hablamos de los cineastas como si no se hubieran muerto? Porque cada vez que uno ve una película, están ahí). Pacto Siniestro es la historia de un pobre tipo que se encuentra con un psicótico. El segundo cree que el primero propone "intercambiar" asesinatos. Lo que lleva a una serie de confusiones que van condenando al pobre tipo, hasta que al final todo se resuelve en una secuencia de acción que, incluso filmada con maquetas en plenos años cincuenta, resulta totalmente impresionante. Pero lo interesante de esta adaptación de una novela de Patricia Highsmith (también se pueden poner de pie) es que Hitchcock le saca el jugo a la dualidad de los personajes. Que uno parezca malo, parece decir, no exculpa del todo al otro, que bien pensó en cometer un crimen, ah pillín. El gordo Alfred no necesitaba psicólogo para ver el costado perverso de la Humanidad. No sé qué esperan para verla.