Cine del fin de semana: demasiados títulos para elegir
Sí, hay un par de estrenos más o menos importantes de Hollywood, y también -curioso- dos películas japonesas opuestas y -más curioso- dos películas argentinas opuestas. Variado y en cantidad pero ojo: busque porque aún la cartelera sigue dominada por tanques. Van algunas impresiones como para que no se pierda.
Como todos los fines de semana, hay estrenos en el cine. Como todos los fines de semana a partir de agosto, se amontonan muchos títulos con pocas pantallas, salvo algunos estadounidenses. La urgencia por lanzarlos tiene que ver con los contratos de exhibición, y como los "tanques" relegan todo en temporada alta (por encima, incluso, de pautas iniciales de exhibición, lo cual suele alterar fechas a último momento). Contando un reestreno, las novedades son nueve. Hay de todo en origen y calidad.
El estreno "grande" es La trampa, una película de suspenso firmada por el maestro de la vuelta de tuerca (a veces es mucho más que eso y sigue siendo un cineasta interesante) M. Night Shyamalan. Aquí un papá lleva a su hija adolescente al concierto de una estrella pop. Pero el concierto es una trampa especialmente preparada para atrapar a un salvaje asesino psicópata que es -si ven el trailer esto no es spoiler- el propio padre de la nena. Lo más interesante es que la película hace algo similar a lo que hacía el clásico Psicosis, de Alfred Hitchcock y que don M. Night debe haber revisado millones de veces: el suspenso consiste en que el espectador espera que el criminal se salga con la suya. No en todo momento, claro. Si bien está filmada con mucha precisión narrativa, parece mejor "escrita" que hecha. Y a pesar de eso, es interesante. Seguramente va a funcionar bien y, en pantalla grande, provee un placer que no funciona en el hogar (¡suspenso en un concierto pop!). Puede probar tranquilo.
Si es de esas personas muy curiosas que lee críticas de afuera, ya sabe que tanto a la de Shyamalan como a Borderlands, nueva producción del amigo de Tarantino Eli Roth, la hicieron puré en casi todas partes. Con La trampa es bastante injusto, con Borderlands, mucho menos. Hay un grupo de grandes actores haciendo de personajes de un videojuego fantástico con iconografía de ciencia ficción (entre ellos, Cate Blanchett, que ya sabemos que puede hacer de solemne directora de orquesta, de elfa guerrera o de hermana villana de Thor) y se nota que se divierten. El espectador, menos: todo está puesto al servicio del impacto rápido, la risa infantil (es, con todo, una película bien infantil aunque no en su calificación) y la ligereza. Parafraseando el Himno a Sarmiento, la niñez es su virtud y falta. Si quiere fuegos artificiales, aquí tiene. Si no, pase por otra ventanilla.
Acá tiene otra que es probable que no lo decepcione: El club de los vándalos, de Jeff Nichols, con Austin Butler, Jodie Comer, Tom Hardy y Michael Shannon entre otros, buen elenco. Es la historia de un grupo-clan-club de motoqueros durante unos cuantos años. Y es, básicamente, un melodrama sobre un grupo de personajes que poco a poco cae en un deterioro social y moral. Si es de las personas que quiere aplicar lo que ve al mundo que está afuera del cine, adelante: la metáfora está servida. Pero no pierda de vista que es una película con un mundo propio y personanes tridimensionales, donde el paisaje y la figura del viaje (en realidad una especie de viaje a ninguna parte aunque el movimiento sea ley) juegan un lugar capital. Vale la pena y seguro va a estar poco en cines: la banda de sonido es espectacular.
Otro drama "con aplicación metafórico a lo que vivimos en cualquier momento" es El mal no existe, del realizador japonés Ryûsuke Hamaguchi, a quien conocemos por Drive my car, señor que ha ganado en Cannes y en los Oscar. El punto de partida es de esos conocidos: una comunidad que vive en equilibrio con la naturaleza -especialmente uno de sus integrantes, protagonista del filme- ve su vida alterada con un nuevo proyecto inmobiliario. Pero más allá de la parte "denuncia" que el lector puede adivinar, lo que cuenta es lo que pasa dentro de los personajes, que es complejo y en ocasiones, ambiguo. El título da una pista de cuál es el norte moral de la película, mucho más interesante que esta pequeña sinopsis.
Dijimos "opuestas" sobre las japonesas y, voilà, tenemos también Gundam Seed Freedom, largometraje de animación japonesa (sí, un animé) sobre la franquicia Gundam, muy exitosa. Para hacerlo muy corto: por un lado, batallas tremendas entre robots gigantes, por el otro -de fondo y de justificación- una mirada sobre los límites de la libertad y el libre albedrío bajo la pirotecnia de la ciencia ficción desaforada. Funciona bien, para nada es una película sin guión sólido y la combinación de animación digital y dibujo tradicional está muy bien resuelta. Quizás haya elementos de la trama un poco complicados para quien no conoce la serie, pero una vez que el espectador se acomoda, se ve con placer y supera el "servicio a los fanáticos" con los que suelen desarrollarse estos espectáculos.
Y tenemos tres argentinas tres. Una es Cero culpa, de Valeria Bertucelli -aquí también protagonista y guionista- y Mora Elizalde, sobre una célebre escritora de best-sellers que es acusada -con razón- de plagio, y de las relaciones en general tóxicas que sostiene con su entorno, desde su asistente hasta su hija. Tiene momentos y elude las soluciones fáciles, y de hecho gran parte de la molestia que genera el personaje principal es producto de un acierto de dirección, aunque la película podría ser aún más filosa.
Estepa es una ficción interesante, del barilochense Mariano Benito, una especie de neo-western (se puede pensar en las ficciones de Taylor Sheridan como modelo) donde un policía solo en medio del desierto se ve envuelto en un negocio turbio y trágico. El paisaje patagónico juega un rol central en el filme (es increíble, dicho sea de paso, que con tremendo paisaje nuestra cinematografía no haya desarrollado el equivalente del western estadounidense, incluso con una deriva histórica parecida, pero es para una nota diferente de estos apuntes) y la tensión se mantiene a lo largo del relato. Lo más importante: hay aquí la voluntad de contar un buen cuento. No es poco (para nada en estos días).
Y la tercera es Gigantes, una aventura extraordinaria, filme de animación nacional, una quijotada en sí misma, que habla de otra quijotada: un grupo de chicos y de conejos que busca frenar tanto a un villano inescrupuloso como a las enormes tormentas que erosionan la vida del pueblo donde habitan. Más allá de estar diseñada para público infantil, todo está contado con honestidad y sin recurrir (demasiado) al subrayado didáctico. Se le permite a las imágenes hacer lo suyo, y eso transforma la película en algo amable, bien escaso en la pantalla reciente.
Por último, dado que en breve viene la secuela también dirigida por Tim Burton, se restrena Beetlejuice (en aquel 1987 la llamaron "Beetlejuice el súper fantasma", no, no todo lo de los ochenta fue brillo), la película que estableció definitivamente al director como una de las potencias creativas del cine contemporáneo. Comedia sobrenatural donde se mezclan la comicidad, el cuento de hadas y lo macabro, brilla en el uso de los efectos especiales prácticos (esas serpientes de plastilina, esas máscaras grotescas, muchos muñecos, el uso magistral, desde los títulos, de las maquetas, el maquillaje icónico de Michael Keaton) y en su narración libre, donde cabe todo. Importa menos el cuento que sus criaturas, sean los fantasmas tristes que interpretan Alec Baldwin y Geena Davis, sea el grotesco Beetlejuice de Keaton -cima cómica: seguro que Ryan Reynolds aprendió de él para hacer su Deadpool- sea la luminosa Winona Ryder en plena adolescencia. No se le cae un fotograma: sigue querible.
Hasta la semana que viene.