Si te gustó Magnolia, tenés que ver esta película en el cine
Leonardo DiCaprio y Sean Penn protagonizan la décima película de Paul Thomas Anderson. Una sátira política llena de humor, drama y acción
En 1999, Paul Thomas Anderson estrenaba Magnolia, una película que supo leer con lucidez las principales problemáticas de la sociedad durante el fin del siglo XX.
Bajo la apariencia de casualidades improbables, Anderson mostraba cómo el caos de la vida adquiría sentido gracias a una fuerza trascendente, divina. Sus personajes, marcados por la soledad y la incomunicación, sufrían las consecuencias de una época caracterizada por el individualismo incipiente y la pérdida de comunidad.
Veintiséis años después de Magnolia, en un mundo donde el individualismo ya está plenamente instalado, Paul Thomas Anderson retoma sus preocupaciones centrales: la familia adoptiva, el amor como fuerza movilizadora, la soledad del ser humano y la obsesión por causas perdidas.
La síntesis más intensa de estas temáticas llegan a su culmen en One Battle After Another, película que presenta dos bandos enfrentados: por un lado, la fuerza revolucionaria French 75, liderada por Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor) y Pat Calhoun (Leonardo DiCaprio), que busca liberar a grupos oprimidos por el sistema opresor; por otro, la milicia estadounidense, comandados por el Sargento Steven J. Lockjaw (Sean Penn) y subordinada a un grupo de supremacistas blancos que operan tras las sombras.
Esta radiografía de situación ocurre apenas en los primeros 20 minutos. Pero lo realmente importante sucede cuando el relato salta dieciséis años al futuro. Allí conocemos a Willa (Chase Infiniti), hija de la desaparecida Perfidia, y el exiliado Pat, ahora rebautizado como Bob, devenido en alcohólico y adicto a la marihuana.
La historia muestra cómo los efectos de aquellas decisiones iniciales siguen resonando en la vida de los personajes, al igual que sucedía en Magnolia con aquel lema: “Puede que hayamos terminado con el pasado, pero el pasado todavía no terminó con nosotros”.
El salto temporal se anuncia con la frase “El mundo cambió mucho en este tiempo”, irónica porque, aunque superficialmente, las posiciones de ambos grupos parecen distintas debido a que French 75 está diezmada y dispersa, mientras la milicia los persigue, la lucha sigue siendo la misma: la confrontación de dos visiones polares del mundo, donde la traición, la falsedad y el miedo siguen dominando, coartando cualquier idea de posible comunión. Los personajes se traicionan constantemente, incluso a sus propios ideales, dejando vacíos los discursos que alguna vez dieron sentido a sus causas.
En Magnolia, Anderson ya había mostrado el peligro del individualismo extremo: un plano de dos sillas vacías que termina en la pantalla de televisión sugería la pérdida de comunidad frente a la satisfacción de deseos personales. Esa lógica reaparece en One Battle After Another: Frank T.J. Mackey y Perfidia comparten la misma pulsión de exceso y egoísmo. Perfidia es pura sexualidad y deseo, no solo con Bob/Pat, sino también con Lockjaw, ignorando cualquier lealtad o causa. Lo que al principio parece un chiste es, en realidad, una expresión de lo humano en su forma más cruda: el deseo como fuerza autónoma que atraviesa moralidad e ideología.
Esta dinámica se repite en toda la película, los personajes actúan según sus propios intereses, delatando a aliados, abandonando a sus familias e incluso traicionando sus principios. Las luchas ideológicas son más discursivas que reales; cuando la comodidad personal se ve amenazada, los ideales se abandonan sin remordimiento.
Anderson subraya esta tensión mediante un montaje que contrasta los bandos enfrentados con la introducción de Willa y su maestro de kárate, Sergio St. Carlos.
Ellos representan la neutralidad y la protección frente al ataque constante: Willa, mestiza y eje central de la historia, hija de dos mundos en conflicto; y Sergio, guía disciplinado y visión superadora de ambas fuerzas, que intenta guiar al pueblo de migrantes, como a todo aquel que le pida ayuda, tan solo “porque es lo correcto”. Sergio no actúa por bandera partidaria alguna, sino por un profundo sentido humanístico. En un mundo marcado por la agresión y el egoísmo, estos personajes muestran otra forma de actuar, siendo la defensa y la calma sus principales armas.
Esta tercera posición alcanza su culmen en la célebre secuencia final, en la ruta del desierto texano. Allí, el frondoso pavimento se vuelve un mar de olas. Anderson filma los autos que suben y bajan las colinas como si fuesen corrientes oceánicas.
Willa, perseguida, aprovecha una de esas “olas” a su favor. La secuencia vuelve operativa esta visión del mundo que encarna el sensei. En medio del caos, solo quien mantiene la calma puede sobrevivir. Solo quien se mueve en armonía con el flujo de las cosas puede transformar la violencia en oportunidad.
Pero One Battle After Another no se detiene en el gesto heroico o trágico. Lo que propone Anderson es una orientación posible, una salida al profundo proceso individualizador que ya triunfó en nuestra época y que en Magnolia, tan bien había sabido advertir.
Las nociones de comunidad, fe y familia fueron vaciadas de sentido, convertidas en parodias. En ese mundo que parece completamente perdido, aún hay una esperanza leve, una chispa de sentido que se niega a extinguirse.
Willa encarna esa posibilidad. Por eso quieren destruirla, porque representa la unión entre dos extremos, lo que trasciende las diferencias raciales, políticas y morales.
Bob intenta protegerla, aunque falle, aunque llegue tarde, porque entiende que su deber no es consigo mismo, sino con el futuro. Tal vez él no haya nacido para vencer esa batalla, pero su hija sí. Y aunque el orden se haya quebrado, las batallas deben seguir librándose.
Se suele decir que el arte es caos, descontrol, mientras que la vida es racional y lógica. One Battle After Another parece oponerse a esa idea: en medio del desorden político y social, el arte ofrece un camino, una orientación. Anderson no busca imponer una respuesta. De ahí también que el final resulte tan confuso para algunos, dejando a libre interpretación el significado de cierta carta.
A diferencia de Magnolia, donde el orden se revelaba mediante coincidencias y pequeños milagros, en esta película se manifiesta a través de la acción y la resistencia serena frente al caos.
El mundo, sugiere Anderson, todavía puede ser salvado, pero solo si aprendemos a movernos con él, como las olas del océano, sin perder la calma y sin abandonar la fe en lo que nos une.
Una batalla tras otra sigue disponible en la cartelera de todos los cines del país.
Tráiler oficial de Una batalla tras otra