PANORAMA SEMANAL

Piruetas y empujones en pleno salto al vacío

abercovich

El rugido de furia popular que supo canalizar Javier Milei en las PASO sorprendió por igual a la dirigencia política y al establishment empresario. El lunes, mientras Sergio Massa cedía ante el Fondo Monetario y le ofrendaba una devaluación como Mauricio Macri el 12 de agosto de 2019, el mutismo oficial repicaba tan atronador como el de aquella mañana. Desorientados, magnates e inversores se agolpaban para vender sus bonos de la deuda argentina y empujaban un desplome difícil de explicar tras la victoria del candidato más pro-mercado que se haya acercado jamás al sillón de Rivadavia.

 

 

 

“Estábamos re cagados”, confesó a BAE Negocios al caer esa noche un peso pesado del sector energético con cartera bien diversificada. Más allá del temor lógico a un escenario imprevisible y de un virtual triple empate que no despejó ninguna de las dudas previas a los comicios, lo que las pantallas traducían en números era un aumento en las probabilidades de reestructuración de esa deuda que todos vendían. ¿Por qué, si Milei sacraliza la propiedad privada y se cortaría la lengua antes de anunciar una quita? “Porque promete un ajuste draconiano pero no dice cómo lo va a hacer. Entonces el mercado apuesta a que no va a poder hacerlo”, arriesga todavía furioso por el resultado uno de los economistas más escuchados de Juntos por el Cambio.

Los bonos rebotaron con fuerza el jueves, con compras de aventurados extranjeros que sintieron que tocaban fondo, aunque los más negociados siguen entre 2% y 4% debajo de principios de mes. Todos los oráculos coinciden: lo que pase en los próximos dos meses con sus cotizaciones y las de las acciones depende más de los vaivenes de la campaña electoral que de las medidas que ponga en marcha el ministro candidato.

Para la devaluación, la más antipática de todas las decisiones posibles, Massa eligió el lunes por ser el día más alejado de las elecciones generales. Fue la moneda de cambio para que el Fondo confirmara su decisión de reunir al Directorio para aprobar el desembolso de U$S 7.500 millones la semana próxima. Sin deva no había plata. El domingo por la noche, antes de que se difundieran los primeros datos oficiales del escrutinio provisorio, Massa empezó a filtrar que el Directorio se reuniría el 23 de agosto.

El salto del dólar que admitió en el mercado oficial (22%) fue menor que el del día después de aquellas PASO de 2019 (42%), cuando a la sensación de caída libre se le sumó una insólita rabieta pública de Macri en conferencia de prensa. El problema es que ya venía de acelerar las microdevaluaciones diarias, por lo que en el mes la divisa acumuló un aumento del 28%

La pregunta es si el fogonazo inflacionario que generó ese salto llegará a aplacarse a tiempo para octubre, a partir de la fijación del tipo de cambio mayorista en $350 (que Massa planea defender con parte de los dólares que le entregue el FMI) y de la abrupta suba de la tasa de interés para intentar tentar a los ahorristas. Sería un éxito casi sin antecedentes para un paquete de ajuste clásico implementado en medio de un proceso electoral, con un oficialismo tan debilitado políticamente.

 

La mano visible  

Esa debilidad política llevó a que todos corrieran a remarcar. La usina alimentaria de los Perez Companc, Molinos Río de la Plata, picó en punta y mandó a las cadenas de supermercados listas de precios con aumentos del 25%. Al rato se le sumó Arcor, con un promedio del 25% y una cruel suba del 52% en sus helados de palito justo en vísperas del día de las infancias. Después llegaron las listas de Colgate Palmolive con un 24%, las de Unilever con un 27%, las de Quilmes con el 20%, la yerba Playadito con un 12% y las bodegas en su mayoría con el 15%.

“Con el portafolio de productos que tienen pueden ponerse así de duros y más también”, resopló resignado un supermercadista. Una forma de admitir que las alimentarias recomponen márgenes en dólares gracias a su poder de mercado y a la concentración de la oferta. “Algunas retrotrajeron de palabra los aumentos después de hablar con (el nuevo guardián de los precios, Guillermo) Michel, pero todas pidieron a cambio plazos de pago más cortos y nuevas bonificaciones a cargo de las cadenas”, agregó.

Los petroleros fueron algo más concesivos con el ministro candidato. No en vano tiene en ese sector algunos de sus mejores mecenas. Subieron 12,5% los combustibles y aceptaron el alivio fiscal que les ofreció Massa para congelar ese valor por dos meses y medio, justo hasta después de las elecciones. Toda una audacia para un sector que ya le sirvió como ancla a inicios de su gestión y que por eso corre de atrás (30 puntos porcentuales) a la inflación de los últimos 12 meses.   

 

El que se equivoca pierde

 

Con el electorado dividido en tercios no hay ningún resultado escrito en piedra. Cualesquiera dos de esos tres candidatos podrían colarse en el ballotage, que luce poco evitable pese al “envión del ganador” que las encuestas midieron esta semana en la intención de voto del líder minarquista. El 18 de noviembre, encima, cualquiera podría imponerse. Por eso nadie en el establishment quiere sacrificar llegada a ninguno de los tres.

El que más contactos tenía entre empresarios era el superpoblado equipo de Horacio Rodríguez Larreta. El primero en eyectarse fue Martín Redrado, el último que se había sumado. Un oportuno regreso a la maestría en Central Banking que solía coordinar en la Asia Business School de Kuala Lumpur le permitió abandonar el comando perdedor el lunes mismo y el jueves ya estaba dando su primera clase. Mala apuesta del exgoldenboy, aunque no tan sobre la hora como la de María Eugenia Vidal.

¿Y Milei? “Tiene más apoyo empresario del que debería por lo aventurado de lo que propone. Hay mucha candidez de mis colegas, como si no tuvieran nada en juego”, insiste la fuente que se asustó el lunes. Pero por las dudas, agrega: “No tiene a nadie. Hay que rodearlo”.

Es una verdad a medias. Por un lado, porque -para desagrado de Patricia Bullrich- ya le pidió a Macri consejos para completar su gabinete en caso de resultar electo en octubre. Por otro, porque sabe que cuenta con una influyente cantera de cuadros como el Opus Dei. La secta católica fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer ya le aportó a Sandra Petrovello, su eventual ministra de Capital Humano, licenciada en Ciencias de la Familia. Pero la Obra también considera propia a Diana Mondino, hermana y colega de Guillermo, el exjefe de asesores de Domingo Cavallo. No es casual que en uno de sus primeros reportajes tras las PASO, Milei haya aclarado que los subsidios al culto religioso no entrarían en el “plan motosierra” para podar el gasto del Estado.

Mondino fue apuntada por Milei como su eventual canciller, puesto para el que había sonado antes Guillermo Francos. El co-fundador de Acción por la República con Cavallo finalmente recalaría en el Ministerio del Interior. Con Milei se conocieron en la laberíntica sede palermitana de la Corporación América, el holding de Eduardo Eurnekian, a quien ambos prestaron servicios durante años. Lo incómodo es que para sumarse al futuro equipo de Milei deberá renunciar a su puesto en el actual equipo de Massa. Es director por Argentina en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) designado por Alberto Fernández, otro viejo camarada de aquel cavallismo.

No es el único puente entre los dos candidatos que se miran cruzado de cara al ballotage. Francos le acercó en su momento a Eurnekian a Guillermo Nielsen, quien recaló en YPF en los albores del Frente de Todos y luego de chocar con el kirchnerismo debió exiliarse en Arabia Saudita como embajador. Antes de volver a la función pública, Nielsen había logrado que Eurnekian nombrara gerente de inversiones a su yerno, Leonardo Madcur. Y fue Madcur quien sugirió contratar a Milei como especialista en cálculo financiero. 

Madcur, vueltas de la vida, es ahora el jefe de asesores de Massa. El mundo es un pañuelo.

 

 

 

 

 

 

 

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