ANIVERSARIO

Un año de Milei: Messi, Maradona y el pronóstico para la economía que viene

Marcelo Capello

Argentina pasó muchas décadas encerrada en un loop perverso que algunos bautizaron "stop and go". Para reactivar la economía se acudía a una suba de los salarios privados y del gasto público, lo que aumentaba el consumo y con ello la producción. Pero el mayor gasto público conducía a un mayor déficit fiscal y este al endeudamiento y/o emisión de dinero, lo que tarde o temprano gatillaba la inflación. La mayor producción inducía un incremento de las importaciones, que también era facilitado por el atraso cambiario en el que en algún momento derivaba la inflación.

El atraso cambiario y la escasa competitividad estructural retrasaban las exportaciones. Por ende, con más importaciones, menos exportaciones y más gasto de los argentinos en el exterior reaparecía el déficit comercial. El déficit externo finalmente erosionaba las reservas del BCRA y, una vez que estas se acercaban a cero, se volvía inevitable devaluar fuertemente el peso, incrementando una inflación que licuaba los salarios y las jubilaciones, generando una caída del consumo y de la producción. Así volvíamos al punto de inicio, el país no crecía en el largo plazo y con cada crisis nos quedábamos con una mayor tasa de pobreza estructural.

¿Por qué ahora puede ser diferente?

Con las características de la actual economía existe la oportunidad de salir del loop perverso de decadencia económica y social. En primer lugar, porque después de quince años no hay déficit fiscal, la emisión de dinero por motivos fiscales está clausurada y de esa manera tiende a bajar la inflación. Existe una fuerte determinación presidencial de no volver al desequilibrio fiscal, lo cual generó confianza en el mercado de que esa situación se puede mantener.

Pero ahora, y como ocurrió muchas veces, comienza a percibirse cierto atraso cambiario y además existen escasas reservas en el BCRA. ¿Dónde radica entonces la segunda gran diferencia con la historia económica de las últimas décadas en Argentina? La explicación hay que buscarla en el sector energético (petróleo y gas) dado que, con Vaca Muerta, las inversiones pasadas, las que están en marcha y las que vendrán, disminuyeron las importaciones de gas y están aumentando las exportaciones de petróleo y también ocurrirá con gas, lo que sacó a la economía del déficit.

Más exportación de energía

Al sostenido aumento de las exportaciones de energía y minería podrán sumarse los dólares generados por inversiones directas, incentivadas principalmente por la trayectoria de esos dos sectores y la existencia del RIGI.

Además es muy probable que, si sigue mejorando la confianza en la economía argentina y bajando el riesgo país, el sector público pueda el año próximo financiarse nuevamente en el exterior y que regrese una porción de los capitales de argentinos que huyeron en épocas de desconfianza.

Con todo lo anterior, dificilmente falten dólares en el BCRA en los próximos años, aun cuando el tipo de cambio bajo pueda inducir elevadas importaciones y el turismo argentino en el exterior. Por caso, en el 2017, con aumento del PBI, dólar barato y sin cepo, se observó un déficit de cuenta corriente de USD31.000 millones, una cifra menor al extra de exportaciones que se esperan en los sectores de energía y minería para 2030.

Resumiendo: con un mayor ingreso de dólares durante los próximos años, y con equilibrio fiscal en el Estado, es más probable que se eviten las típicas crisis macro por estrangulamiento de la balanza de pagos y se pueda dar paso a un proceso de crecimiento sostenido de la producción y el ingreso energético, y se proyecta una fuerte suba de las exportaciones de petróleo y gas en los próximos años.

Pero, la enfermedad holandesa...

Actualmente, el tipo de cambio ya es relativamente bajo, un 30% menor que el promedio de los últimos 25 años, aunque un 20% mayor que el del final de la convertibilidad y casi 10% mayor que el que dejó CFK en diciembre de 2015. Por ahora aguanta, pero no le sobra nada. La creciente afluencia de dólares hacia Argentina mantendrá el tipo de cambio real relativamente bajo durante bastante tiempo. Pero, a diferencia de otras ocasiones, se tratará de un tipo de cambio bajo con fundamentos macroeconómicos más sólidos, basado en mayores exportaciones y no por endeudamiento o entrada de capitales de corto plazo, que de un día para el otro pueden salir.

Un tipo de cambio real bajo implica salarios medidos en dólares relativamente altos. Algo de eso ya se pudo observar en noviembre, con salarios formales promediando los USD1.170, cuando en 2019 y 2020 se ubicaban por debajo de los USD1.000 (dólares constantes; es decir, teniendo en cuanta también la inflación observada en EE.UU.) o cerca de los USD900 entre 2006 y 2007, cuando la economía era competitiva desde el punto de vista cambiario.

Los salarios más altos de las últimas décadas se dieron durante el segundo gobierno de CFK, cuando llegaron a un máximo de USD2.150 dólares en 2015 (valores en dólares constantes) y también en 2017 con Macri (USD1.900). Esos salarios fueron posibles gracias a la expansión del valor de las exportaciones registrada entre 2003 y 2011, en gran medida debido a la suba del precio de los commodties que exportamos. Pero las exportaciones comenzaron a caer a partir de 2012, así como también las reservas del BCRA, hasta que estas se evaporaron a fines de 2015, y desde allí se evidenciaron fuertes subas del tipo de cambio en varios de los años siguientes que licuaron los salarios hasta llevarlos a umbrales más compatibles con la productividad y el nivel de exportaciones de Argentina.

En cambio, si se consolida un fuerte aumento de las exportaciones de energía y de minería en los próximos años, la economía soportará un mayor salario en dólares sin caer necesariamente en situaciones inviables desde el punto de vista de las cuentas externas. El ritmo de las exportaciones será lo que le ponga límites en el futuro al salario que la economía argentina pueda pagar.

Cuando Holanda descubrió importantes yacimientos de gas en la década del 60, y aumentaron fuertemente las exportaciones de dicho hidrocarburo, la entrada de dólares mantuvo un tipo de cambio bajo durante un tiempo prolongado, una situación que deterioró la competitividad de su sector industrial, especialmente el de mano de obra intensiva, donde se perdieron empleos. Así, el ingreso per cápita subió y la economía como un todo estuvo mejor, pero con problemas tanto de producción como de empleo en algunas ramas del sector industrial.

El problema de la "enfermedad holandesa" o "maldición de los recursos naturales" tiene dos posibilidades e interpretaciones: si es generado por un factor de corto plazo, como podría en Argentina ser la suba del precio de la soja, que luego se puede revertir, la recomendación sería que se trate de evitar a través de la política económica la mencionada apreciación cambiaria para no deteriorar la situación del sector de mano de obra intensiva por una situación que podría resultar de corto plazo, dada la volatilidad de los precios de los commodities.

Con respecto a la apertura de la economía, que en alguna medida debe ocurrir, sería conveniente que avance a la par de reformas estructurales, siempre teniendo en cuenta que un tipo de cambio bajo ya genera de por sí un efecto de apertura implícita. Un tipo de cambio bajo con aranceles bajos es como abrir la economía dos veces, hay que hacerlo con cuidado para no destruir ramas industriales o de servicios que podrían sobrevivir con un set diferente, pero viable, de precios relativos.

Con las exportaciones del sector agroindustrial más las de energía y minería, a futuro será como tener a Maradona y a Messi en el mismo equipo. Será dificil no ganar con esos dos jugadores, salvo que la defensa y el arquero sean muy malos o el DT despliegue una mala estrategia. Están dadas las condiciones, no hay que chocar la calesita. Y eso vale tanto para el oficialismo como para la oposición, así como también para el Gobierno nacional, las administraciones provinciales y las gestiones municipales.

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