Aunque parezca extraño
El fracaso personal, profesional o social es necesario para la expansión
Aunque parezca extraño, nuestra verdadera grandeza se gesta en lo que hacemos cuando nadie está mirando. Pequeños actos de creatividad, cosas que parecen insignificantes pero que se producen de forma constante y llevan a la auténtica transformación. A pesar de que esta no parece la mejor descripción de éxito, tanto la victoria y el dinero como el poder, la popularidad y todas las posibilidades de reconocimiento que presenta la vida no son los mejores parámetros para medir las cosas. Menos aún indicadores de la felicidad en la vida de una persona. El show, el ruido y los fuegos de artificio son efímeros, pasajeros, simplemente porque todos nuestros "éxitos" estarán siempre teñidos por las sombras del fracaso.
El fracaso, sea personal, profesional o social, resulta necesario para la expansión del ser humano. Es una marca en la propia historia, un episodio que puede dejar una carga emocional negativa, autodestructiva y desmoralizante de alto calibre y duración. Pero, con un poco de astucia, se puede convertir en una experiencia única y expansiva. La sombra siempre es antesala de la luz. Nadie es exitoso en todo ni todo el tiempo, ya que los seres humanos se encuentran con el fracaso a través de toda su vida.
Fracasos y triunfos son complementarios y alternantes, como los lados de una misma moneda. Por muchos fracasos que acumulemos, siempre podremos anotarnos algún triunfo. No se alcanza el éxito evitando los fracasos sino a pesar de ellos. No es uno u otro, son los dos. En el interior de la naturaleza humana conviven fortalezas y debilidades que podemos transformar para hacer de ellas puntos positivos en el camino de la realización personal.
Los logros y las derrotas se repiten de modo continuo en nuestra historia. A diario convivimos con estos dos impostores, que aparecen y desaparecen de nuestras vidas cada vez que acometemos cualquier tarea, y con frecuencia nos confunden e incluso nos ofuscan. Algunas personas piensan que los errores dejan enseñanzas y otras directamente no creen que el fracaso moldee la personalidad. Hay quienes consideran que enfocarse más en el éxito que en los errores puede generar uan mayor confianza para alcanzar mejores logros. Lo importante es que el fracaso o el éxito construyen una personalidad sólida, todo dependerá del aprendizaje realizado.
Por nuestro lado pasarán desde reconocimientos más o menos merecidos hasta adulaciones de oportunistas o de los grandes del momento. También habrá noches oscuras y tiempos desérticos en los que pocos permanecerán a nuestro lado. El triunfo y la derrota pueden ser efectivamente grandes impostores que intentan apropiarse de nuestro reino interior. Por eso es recomendable la misma templanza ante los fracasos o los triunfos, ya que ambos tienen una enorme capacidad para deslumbrarnos o seducirnos.
Nos toca vivir en un mundo donde parece que el único pecado sin redención es el fracaso: está prohibido perder y está prohibido fallar. Nos orientamos cada vez más al resultado y admitimos menos los espacios de libertad, de locura, de fantasía. Nos asusta el riesgo. Hay una correlación casi irrompible entre riesgo y fracaso, pero también entre riesgo y triunfo. Los que más se arriesgan suelen ser los que más fracasan, pero también los que acaban triunfando más veces. Será cuestión de medir nuestras debilidades sin hacer de ello una tragedia y contar las fortalezas sin construir un pedestal de soberbia.
Resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. Hacer que los obstáculos y los errores sean un trampolín y no un sofá. De todos modos, el equilibrio será aceptar las victorias con humildad y las derrotas con ánimo y fortaleza, sin verlas como algo permanente.
Este es un poema de Rudyard Kipling: "Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden y te culpan a ti. Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, pero también toleras que tengan dudas. Si puedes esperar y no cansarte de la espera, o si siendo engañado no respondes con engaños, o si siendo odiado no incurres en el odio. Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes encontrarte con el triunfo y con el desastre y tratar a esos dos impostores de la misma manera. Si puedes apilar todas tus ganancias y arriesgarlas a una sola jugada, perder y empezar de nuevo desde el principio sin decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes hablar ante las masas y conservar tu virtud, o caminar junto a reyes sin menospreciar por ello a la gente común. Si ni amigos ni enemigos pueden herirte. Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso.
Si puedes llenar el implacable minuto, con sesenta segundos de diligente labor, tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella. Y lo que es más importante: ¡serás un hombre, hijo mío!".