DESDE ADENTRO

Somos seres en contradicción

La vida se mueve entre dos polos opuestos que se atraen

agodino

No hay blanco sin negro, no hay felicidad sin tristeza. En cuestión de colores nuestra elección se basa en los gustos, al menos en parte. Sin embargo, cuando hablamos de emociones todo parece menos variable. Rechazamos las que nos producen malestar, abrazamos las que nos producen bienestar. No obstante, sin las unas no habría las otras, al menos no de la misma manera. ¿Seríamos capaces de valorar la alegría si nunca hubiésemos tenido la oportunidad de experimentar la tristeza?

Tendemos a escapar de las malas situaciones y, a veces, ni siquiera eso. En ocasiones nos conformamos con sufrir y ser víctimas de circunstancias que creemos que no está en nuestras manos cambiar. Una actitud bastante pasiva que nos hace alejarnos de la responsabilidad de nuestra propia vida. Pero, si nos sumergimos en todas estas experiencias negativas, ¿por qué no apreciar su opuesto?

La realidad de por qué nos sumergimos en lo negativo sin ser capaces de abrir los ojos ante lo positivo tiene su origen en las ilusiones y expectativas de lo que consideramos que nos hace felices. Creemos que una vida plena debe estar llena de dicha, en la que no exista la falta de dinero, los despidos, las enfermedades, las relaciones tóxicasà Por eso Octavio Paz decía: "La realidad es más real en blanco y negro".

Huimos de todo lo negativo y de lo que consideramos error cometido. Cuando no podemos escapar, nos entristecemos. No estamos haciendo lo correcto. Gracias a todo esto sabemos apreciar todo lo contrario: la belleza del equilibrio, de la cotidianidad, de la abundancia, de la satisfacción de nuestras necesidades.

¿Por qué despreciamos lo malo si ello nos permite discernir y hasta llevarnos a lo bueno? Si nunca nos hubiésemos equivocado, probablemente hoy sabríamos menos de la mitad de lo que conocemos. Si jamás nos hubiesen mentido, no sabríamos valorar el hecho de que no lo hagan, porque no conoceríamos lo tentadora que puede ser, en algunas ocasiones, esa opción. Igualmente, si ningún amigo nos hubiese decepcionado, no conoceríamos hoy lo que es la verdadera amistadày es que gran parte de nuestro conocimiento nace de los antagonismos. En lo malo siempre hay algo bueno, en lo feo siempre hay algo bonito.

Es en nuestras relaciones donde más sufrimos, donde más notamos esa necesidad de estar siempre cargados de emociones positivas y nunca de las negativas. Todo ello porque cometemos los errores ya mencionados, aunque en este plano mucho más pronunciados.

Nadie está libre de sufrimiento y esto no es una desgracia. Hay muchas circunstancias que nos pondrán a prueba. Si no nos hubiesen hecho daño, jamás hubiésemos sabido discernir a aquellas personas verdaderas de las que quieren aprovecharse de nosotros. La experiencia en "relaciones desastrosas" puede habernos dado el bagaje suficiente para que ahora tengamos muy claro lo que queremos y lo que no.

No hay blanco sin negro, no hay nada sino hay algo. La vida se mueve en torno a dos polos opuestos que se atraen. Todo lo que implique emociones nos marca más. Por eso, tenemos siempre tantos problemas en nuestras relaciones. A veces volcamos nuestras necesidades en los demás: carencias afectivas, miedos, necesidad de que nos hagan felicesà Sin embargo, no hay nada de negativo en todo esto. Es a través del dolor y del sufrimiento cuando aprendemos. Porque nunca hay blanco sin negro y esto es bueno.

El ser humano está programado para buscar sensaciones gratificantes y huir de las desagradables. Las emociones de valencia positiva son las que nos regalan esos aportes estimulantes tan necesarios para nuestro bienestar, motivación y aprendizaje. La salud mental depende, en buena medida, de la capacidad para maximizar las experiencias gratificantes.

Hay algunos antagonismos que pueden ser normales y parte de la experiencia humana: deseo vs. deber; razón vs. emoción; optimismo vs. pesimismo; confianza vs. inseguridad; aislamiento vs. conexión. Los humanos estamos hechos estructuralmente de contradicciones.

Hay quien compra aparatos tecnológicos mientras se opone al trabajo infantil y al desperdicio ecológico, o condena el robo y luego descarga ilegalmente música y películas. Hay quienes hablan sobre el respeto a la vida privada y un momento después publican fotos personales en las redes. Hay ambientalistas que vuelan constantemente, negociantes financieros que se preocupan por la pobreza. Vivir una vida contradictoria es, definitivamente, humano.

"Un buen día, la alcaldía le encargó al artista un gran caballo para una plaza de la ciudad. Un camión trajo el bloque gigante de granito. El escultor empezó a trabajarlo, subido a una escalera, a golpes de martillo y cincel mientras los niños lo miraban.

Unos días más tarde, los niños se fueron de vacaciones y, cuando regresaron, el escultor les mostró el caballo terminado. Uno de ellos, con ojos muy abiertos, le preguntó al escultor cómo sabía que dentro de aquella piedra había un caballo. De la misma forma en que sabemos lo bueno y lo malo que llevamos dentro, solamente hay que descubrirlo para elegir lo que queremos hacer con eso, respondió el escultor".

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