Momento crítico para las pymes

Cuando la plata no circula, las persianas empiezan a bajar

Cuando una pyme cierra, no solo se pierde una empresa; se pierden puestos de trabajo, se debilita el tejido social y se apaga una parte de la vida de cada localidad

Diego Achilli

En Argentina, las pequeñas y medianas empresas -que representan más del 80% del entramado productivo del país y generan alrededor del 80% del empleo privado- atraviesan uno de los momentos más críticos de las últimas décadas. No se trata de una exageración ni de una mirada catastrofista: los números hablan por sí solos. En lo que va del último período, ya cerraron más de 16.000 pymes y se perdieron más de 350.000 puestos de trabajo registrados.

La foto actual es desoladora. El consumo interno, que históricamente ha sido el motor de nuestra economía, sigue en caída libre. La gente no tiene plata en el bolsillo, y cuando la plata no circula, las persianas empiezan a bajar. Las fábricas, los comercios y los talleres acumulan cada vez más gastos fijos ùalquileres, tarifas, insumos, impuestosù mientras sus ventas se achican mes a mes. La ecuación es tan simple como brutal: vender menos y gastar más, en un contexto donde no hay horizonte claro.

Durante las últimas semanas me tocó recorrer y conversar con distintas industrias locales del conurbano bonaerense. Una de ellas, una textil con más de 40 años de historia en el mercado, sintetiza el drama. Su dueño, que heredó el taller de sus padres y emplea a casi 30 trabajadores, me confesó: "Lo más probable es que a fin de año tengamos que cerrar. Ya no damos más. El mes pasado vendimos un 40% menos que el año pasado, y los costos se duplicaron. Aguantamos lo que pudimos, pero así no se puede".

Pero no son solo las pymes más chicas las que sienten el golpe. También las empresas líderes, aquellas que hasta hace poco eran sinónimo de expansión, hoy están al borde. Un caso testigo: una industria que hace apenas dos años llegó a tener 120 empleados, y que en tan solo un año y medio redujo su plantel a 70 trabajadores. Con dificultades crecientes para pagar la quincena, su situación se torna cada vez más incierta. A simple vista, se hace difícil imaginar cómo podrá sostenerse hasta fin de año.

Ese testimonio y esa foto son apenas botones de muestra de lo que pasa en cientos de empresas a lo largo y ancho del país. Industrias que durante décadas fueron sostén de barrios, que generaron empleo de calidad, que apostaron a la producción nacional y al arraigo en sus comunidades, hoy se ven empujadas al abismo.

Lo más preocupante es que este panorama no se limita a un sector puntual: golpea a la industria textil, a los metalúrgicos, a los gastronómicos, a los comercios de cercanía, a las economías regionales y a toda la cadena de valor. Cuando una pyme cierra, no solo se pierde una empresa; se pierden puestos de trabajo, se debilita el tejido social y se apaga una parte de la vida de cada localidad.

Los datos son contundentes y deberían encender todas las alarmas. No hablamos de números fríos, hablamos de familias enteras que quedan sin ingresos, de jóvenes que emigran porque no ven futuro, de barrios que se vacían. Y lo peor es la sensación generalizada de que la situación se naturaliza, como si fuera inevitable.

La Argentina no puede darse el lujo de resignar a sus pymes. Son las que históricamente sostuvieron la economía real, las que pagan impuestos, las que generan empleo en blanco, las que reinvierten en su comunidad. Sin ellas, el país pierde su músculo productivo y se condena a una mayor dependencia externa.

Las políticas que hoy plantea el Estado Nacional son las políticas que ya conocemos: las que llevan a la falta de industria, al cierre de comercios, a dejar a la gente sin trabajo. Y no podemos permitir que eso pase. Argentina es un país pyme.

Hoy las pymes están con los pies para adelante. El desafío es si la dirigencia política y económica está dispuesta a revertir este rumbo, a tomar decisiones valientes que devuelvan aire y esperanza a quienes todavía creen que se puede producir y crecer en Argentina. Si dejamos que se sigan apagando una a una, el día de mañana no habrá industria nacional que defender.

 

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