La sección Forum del Festival Internacional de Cine de Berlín se caracteriza por la diversidad y la búsqueda. Se trata de un espacio que ha acompañado (y en cierta medida generado o incidido en) las mutaciones de un cine que se mueve sin prejuicios, desconociendo los pretendidos (y anacrónicos) límites entre ficción y documental. En ese territorio es lógico que las películas de Jonathan Perel (Responsabilidad empresarial) encuentren el marco adecuado para su presentación. Este martes tuvo su premier mundial Camuflaje, una película que dialoga con la obra del escritor (y aquí protagonista) Félix Bruzzone, que supo tener una traspolación performática en Campo de Mayo de la mano de Lola Arias.

-¿Cómo surgió el proyecto de Camuflaje? ¿Cuál es la relación con el trabajo de Lola Arias?

-La primera vez que Félix Bruzzone me acercó un borrador de Campo de Mayo fue mucho antes de que existan el libro y la obra teatral. Me acuerdo que enseguida le dije que quería hacer una película pero que tenía que ser una ficción, no un documental. Mientras ese proyecto quedó en suspenso se editó el libro y se hizo la obra de teatro. Pero luego hubo un disparador que hizo retomar la película: la internación de su abuela en el geriátrico de Campo de Mayo. Ese fue nuestro nuevo puntapié y por eso está narrado al inicio. Es el germen documental inicial, siempre presente en la obra de Félix, que luego se expande hasta lugares inverosímiles. Algo muy importante para nosotros al hacer la película fue que, si bien el protagonista central es el mismo, los demás personajes que va encontrando fueron una nueva investigación que expande los del libro.

-¿Cuál es tu relación con Bruzzone?

-Esta película tiene mucho de coautoría entre Félix y yo. Si bien la puesta en escena y la estructura narrativa son mías, hay mucho trabajo de campo que está basado en las búsquedas de Félix y su andar por Campo de Mayo. Pero antes de la película solo nos unía esa generación 76 a la que pertenecemos.

-Hay algo que estaba en Los topos, y que me parece también en Camuflaje, y es eso de correrse de una manera de contar la dictadura y, en particular, la desaparición de personas. ¿Asumiste ese "riesgo" conscientemente? ¿Qué límites existen al respecto?

-Todas mis películas anteriores venían explorando formas diferentes de construir memoria. Sin dudas, ese riesgo es buscado. Hasta aquí no había utilizado nunca testimonios ni material de archivo, quizás los caminos más transitados. En mi película anterior (Responsabilidad empresarial) había explorado por primera vez el uso de la voz en off. En esa línea, Camuflaje da un paso más, no solo hacia la narración, el diálogo y el testimonio sino hacia la ficción. El límite para representar el horror lo pone Daney de la mano de Rivette, la abyección. De lo que se trata el límite es de que cada autor es responsable por los efectos buscados (y no buscados) de su obra. En la estrategia narrativa, en la forma cinematográfica, lo que está en juego es la ideología. En última instancia somos construidos por las películas que hacemos.

-Algo que evidentemente te atraviesa es pensar cómo se recuerda (o no) en nuestro país. ¿Cuál es la mirada de Camuflaje en lo que hace a la memoria?

-Entiendo la construcción de la memoria como un territorio pantanoso en donde, lejos de intentar pisar firme, uno debe tratar de sostener el miedo que esto produce. No buscar una clausura del sentido, mucho menos la transmisión de un mensaje o de una historia, sino pensar a las películas como preguntas, que demandan una participación activa de su audiencia en la construcción del sentido. Me interesa un cine en donde al espectador que se acerca en busca de memoria la película le devuelve esa misma tarea como algo que debe hacer la propia audiencia y no la película por ellos.

-De alguna manera esto también se relaciona con la memoria... ¿cómo pensás el presente y futuro del cine? ¿Y el de los festivales?

-Sigo creyendo que el cine tiene la capacidad de modificar el mundo, y debería ser utilizado en términos revolucionarios. Por más anticuado que esto parezca, ese es el destino del cine: modificar el mundo, construir otros mundos posibles, no en la pantalla sino fuera de ella.