Un ejecutivo de Ford convirtió los furcios de las reuniones cooporativas en una leyenda
Durante más de una década, registró cada tropiezo verbal en reuniones de la empresa. La lista se volvió tan temida como legendaria
La sala de reuniones de Ford Motor estaba repleta. Ejecutivos de ventas discutían estrategias, cuando, de pronto, alguien soltó: "No reinventemos el océano". En la esquina de la sala, un bolígrafo hizo clic. Mike O’Brien acababa de sumar una nueva “frase de pizarra” a su lista. Nadie quería aparecer en ese archivo temido, convertido en leyenda con el paso del tiempo.
O’Brien trabajó 32 años en la compañía, pero su legado va más allá de los autos. Durante más de una década, registró cada error lingüístico en reuniones corporativas. El día que anunció su retiro, envió un correo masivo a cientos de colegas. Pero no era una despedida convencional: adjuntó una planilla con 2.229 furcios recopilados a lo largo de los años, con fechas, contextos y hasta comentarios irónicos.
Entre las perlas figuran frases como "No quiero sonar como un tambor roto" o "Hay que asegurarse de que los concesionarios tengan piel en los dientes". "Eso suena como un problema grave para un dentista", anotó O’Brien al margen. Hasta el CEO de Ford, Jim Farley, fue citado en dos ocasiones. Nadie estaba a salvo, destacó The Wall Street Journal.
La costumbre comenzó en 2014, cuando O’Brien anotó el primer error en un pizarrón de su oficina. No recuerda qué frase lo motivó, pero sí que fue una especie de epifanía. La idea pronto cobró vida propia. Al cabo de los años, llenó seis pizarras con frases insólitas y creó un archivo digital con categorías: deportes (“Estamos bailando sobre hielo delgado”), partes del cuerpo (“No hay piel en nuestro respaldo”), animales (“No quiero seguir golpeando a un caballo muerto hasta la muerte”) y comida (“Demasiados cocineros en la sopa”).
Algunas frases se volvieron clásicos instantáneos. "Hay que leer entre las hojas de té", afirmó un ejecutivo. "Bueno, si es un té de letras, quizás funcione", apuntó O’Brien. En otra reunión, un gerente intentó cerrar un tema con convicción: "Esto no es ciencia cohete". "No, pero estás volando muy cerca del sol", respondió el cronista de Ford.
Con el tiempo, la "lista negra" se volvió un ritual. En cada reunión, los empleados hablaban con cautela, temerosos de quedar registrados. "De repente escuchabas el clic de un bolígrafo y pensabas: '¿Qué dije mal?'", recuerda Mike Murphy, un gerente de marketing que ostenta el récord con 184 infracciones. Su error más memorable: "Va a estar tan feliz como un canario en una mina de carbón". O’Brien le hizo notar que el canario en cuestión terminaba muerto. Murphy intentó defenderse: "Al principio seguro era feliz".
El propio O’Brien también cayó en su trampa: acumuló 110 errores, ubicándose en el tercer lugar del ranking. Aunque permitía apelaciones, pocas lograban ser aceptadas. Cuando alguien le dijo: "Tenemos que asegurarnos de que todos estén remando en la misma página", O’Brien escribió al lado: "Eso sería un libro bastante húmedo".
Hubo quienes tomaron la iniciativa con humor y otros que no tanto. Algunas entradas quedaron anónimas por diplomacia. Cuando Andrew Frick, entonces jefe de ventas de Ford en EEUU, dijo en una reunión: "Tenemos un mejor programa, pero la competencia tiene más pie en el suelo", inmediatamente se corrigió: "¡Maldita sea, O’Brien!".
El día que se jubiló, O’Brien se llevó consigo sus pizarras y su planilla de errores. Su retiro marcó el fin de una era en Ford. Para algunos, fue un alivio. Para otros, una pérdida irreemplazable. "No era solo una lista, era parte de nuestra cultura", admitió un excompañero. Y así, con un último clic de bolígrafo, O’Brien cerró un capítulo legendario de la historia corporativa de Ford.