La desglobalización, una oportunidad para los países emergentes
El resurgimiento de las tensiones geopolíticas y los aumentos de costos impulsan nuevos movimientos productivos y el reordenamiento de las cadenas de suministro
"Cuelga la espada de Damocles, el peligro de una nueva fragmentación del mundo, de la desglobalización y el desacoplamiento", le dijo el canciller alemán Olaf Scholzle al Foro Económico Mundial de 2023, al expresar su preocupación de que el mundo se está desmoronando política y económicamente.
Y es que la globalización, que parecía haber llegado para quedarse, está desde hace un par de años en retirada, y preanuncia nuevas divisiones y separaciones en el mundo, cuando no una nueva Guerra Fría.
"La gente olvida que la globalización sacó a más de mil millones de personas de la pobreza, no solo en China sino en otras partes del mundo", señaló Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
"El comercio global reduce los costos, difunde el conocimiento y ayuda a las economías a escalar a través de los efectos indirectos de las tecnologías, lo que beneficia a los mercados emergentes y a los países en desarrollo", aseguró.
La OMC evaluó el impacto de lo que podría suceder si el mundo se divide en bloques comerciales separados. Según sus cálculos, las consecuencias son significativas.
"Descubrimos que le costaría al mundo una pérdida del 5% en el PIB mundial a largo plazo. Es como decir que perdemos toda la economía de Japón... eso es enorme. Por todo eso, declaró: "Comparto las preocupaciones sobre la era en la que estamos entrando".
Desigualdad
"La globalización fue genial en muchos sentidos porque sacó a mucha gente de la pobreza, pero en casi todos los países de la OCDE se vio un aumento dramático de la desigualdad, que fue más aguda en el mundo angloamericano", dice Rana Foroohar, autora y comentarista del Financial Times en Nueva York, en una publicación de BBC Mundo.
Y es que en la búsqueda de maximizar ganancias y reducir costos, las empresas abandonaron sus lugares de origen, a menudo acabando con estilos de vida y provocando desocupación masiva, para localizarse en otras zonas, de acuerdo a su conveniencia.
La incapacidad para distribuir más equitativamente la riqueza generada, junto con la pérdida de empleos y el estancamiento económico en muchas regiones, hizo que mucha gente comenzara a sentir que la globalización los dejaba vulnerables y sólo beneficiaba a una pequeña élite.
"Esa creciente desigualdad creó la política del nacionalismo que a mi entender fue responsable en gran parte del ascenso de Donald Trump en EE.UU. y al menos parcialmente responsable del Brexit, así como del nacionalismo que se ve en Europa y algunos de los problemas en varios otros países del mundo", resalta Foroohar.
Según expresan Jacques-Aurélien Marcireau, codirector de renta variable, y Bing Yuan, analista de renta variable internacional en Edmond de Rothschild AM en un artículo reciente, la globalización comenzó a estancarse desde la crisis financiera mundial en el 2008, cuando la proporción del comercio en el PIB mundial dejó de crecer. Tiempo después, la guerra comercial entre Estados Unidos y China que desató el ex presidente estadounidense Donald Trump en 2018 supuso otro golpe, al que se sumaron la pandemia de la Covid-19, el conflicto entre Rusia y Ucrania y las persistentes tensiones entre Estados Unidos y China.
El resultado de estas crisis en las cadenas de suministro mundiales fue drástico, dicen los especialistas. En respuesta, las multinacionales comenzaron a alejarse de un modelo de cadena de suministro impulsado por la eficiencia hacia uno más diversificado, buscando resiliencia, seguridad y sostenibilidad.
Reubicación
En ciertos sectores, en los que la producción comienza a desplazarse a América y Europa, los requisitos de seguridad y agilidad de la cadena de suministro son los principales impulsores de esos movimientos. Por ejemplo, a medida que las baterías adquieren importancia crítica para una estrategia nacional, tanto la UE como EE.UU. buscan ser autosuficientes, y depender menos de proveedores externos.
Para la producción que vuelve a Europa, los países de Europa Central y Oriental son las opciones más elegidas, particularmente la República Checa, Polonia y Hungría, ya que están cerca del mercado final y tienen costos laborales favorables. Según el US Reshoring Institute, el costo de un trabajador de producción en la República Checa es la mitad que en Francia y un tercio del de Alemania.
No obstante, la guerra en Ucrania está haciendo que la fabricación en los países europeos sea mucho más arriesgada, sobre todo por los elevados precios energéticos, que pueden ser el factor decisivo para el establecimiento de la cadena de suministro.
En cuanto a EE.UU., el Gobierno de Joe Biden está apostando fuerte por impulsar el retorno de la fabricación a territorio nacional. Con nuevos fondos e incentivos fiscales como los programas CHIPS e IRA, la deslocalización se ha convertido rápidamente en una opción popular para los fabricantes mundiales, especialmente en los segmentos de semiconductores, baterías y energía solar.
La escasez de mano de obra, sin embargo, sigue siendo el principal cuello de botella para la fabricación estadounidense, a pesar de que los elevados salarios podrían mitigarse parcialmente mediante procesos de producción altamente automatizados.
Deslocalización
"La fragmentación va a permanecer", dijo Robert Koopman, economista jefe de la OMC. "Lo que vamos a ver es esta globalización reorganizada, con este reconocimiento de que existen costos adicionales en torno a la incertidumbre".
Además de los problemas de costos, también hay desafíos relacionados con las personas, la cultura, las infraestructuras y la política, entre otros. Se estima que cualquier cambio a nuevos ecosistemas por parte de las empresas lleva entre 3 a 5 años. Sin embargo, la experiencia de las anteriores olas de desplazamientos productivos durante los dos últimos siglos demuestra que cada vez que la cadena de suministro se desplazó se crearon nuevas oportunidades.
Los países de los mercados emergentes serán inevitablemente participantes importantes en este proceso.
"Estamos en un momento difícil en el mundo, pero podríamos aprovechar la oportunidad para construir resiliencia", aseguró Okonjo-Iweala.
Para eso sería necesaria "la diversificación de las cadenas de suministro y la desconcentración de la fabricación a los países en desarrollo que no han tenido la oportunidad de ser incluidos en esta riqueza global y la creación de empleo que tuvo lugar bajo la primera ola de globalización".
"Eso es lo que llamamos 'reglobalización' en la OMC, una globalización más inclusiva", remarca la dirigente.dad.