El presidente de EEUU, Donald Trump, afirmó en un acto en la Casa Blanca que el paracetamol estaría relacionado con el autismo. Lo dijo acompañado por Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y crítico de la medicina tradicional. Allí instó a las embarazadas a “aguantar la fiebre” antes que recurrir al analgésico (conocido como Tylenol en su país), lo que provocó alarma en la comunidad médica y la industria farmacéutica.

Es muy poco habitual en el que un ministro británico critique abiertamente al presidente estadounidense, pero la respuesta no tardó en llegar. El secretario de Salud, Wes Streeting, declaró a la cadena ITV: “No presten atención en absoluto a lo que Donald Trump dice sobre medicina. Confíen en su médico, confíen en la ciencia médica. Yo confío más en los doctores que en el presidente Trump”.

El regulador de medicamentos del Reino Unido (MHRA) también se pronunció con firmeza: “No hay evidencia de que el uso de paracetamol durante el embarazo cause autismo en los niños”, sostuvo en un comunicado. Además, advirtió que seguir el consejo de Trump “podría dañar a los bebés por nacer”.

La intervención de Streeting se destacó como una de las críticas más duras que el gobierno británico lanzó contra la administración de Trump en su segundo mandato. Hasta ahora, la estrategia del primer ministro Keir Starmer había sido evitar choques públicos con la Casa Blanca en cuestiones sensibles como aranceles o la guerra en Ucrania.

Las declaraciones de Streeting también se interpretan en el marco de las dificultades políticas actuales de Starmer, con rumores sobre su futuro. El ministro de Salud, de hecho, aparece en algunos sectores como posible sucesor dentro del laborismo.