También nosotros podemos reciclarnos

Ninguna persona es la misma que ayer, pero tampoco la misma que mañana

Lic. Aldo Godino

Cambiar de opinión o de actitud no es alejarse de la esencia, es darse cuenta de que un camino que creíamos acertado no lo era tanto y de que en la vida hay más colores de los que nos habían enseñado. Es entender que existen tonalidades que favorecen mucho más, sabores que despiertan los sentidos y rincones o escenarios más motivadores. Todos tenemos el valioso derecho de cambiar para poder crecer. Y aunque parezca curioso, no falta quien ve con ojos escépticos que, en un momento dado, actuemos o pensemos de modo diferente.

Las personas con una buena autoestima son mucho más receptivas al cambio. Capaces de abrir su mente y de ser sensibles a otros estímulos, son perfiles altamente competentes en su propio crecimiento personal. Son personalidades con un enfoque vital más flexible y dispuesto a la experiencia; suelen tomar sus decisiones nutriéndose directamente de sus emociones. Es como si dispusieran de un "detector" interior capaz de avisarles en qué momento ciertas cosas dejan de convenir o en qué instante ciertos ideales, compañías o conceptos deben ser descartados porque provocan insatisfacción o infelicidad.

Existe el derecho a cambiar de opinión y a dejar de sentir admiración por alguien. El derecho a que ahora guste algo que antes se criticaba, el derecho a permitirse abrir nuevas puertas. Quien cambia seriamente se ha permitido recordar su esencia, sus prioridades y sus necesidades emocionales. Y no lo hace a la ligera o por mero capricho, lo hace con la certeza y la seguridad de que hay cosas que ya no deben ser defendidas porque existen opciones más válidas y enriquecedoras.

Que una persona cambie puede construir en los demás una imagen de inseguridad y debilidad. Y esto, obviamente, produce una resistencia. Por eso, pensar y vivir diferente no es solo un desafío sino tamién un atrevimiento. Proponer ideas novedosas, tener opiniones variadas y ver el mundo con más matices y colores es, en muchas ocasiones, toda una osadía. Sin embargo, nada es tan relevante para nuestro desarrollo personal que la renovación. Es atreverse a vivir de forma alternativa.

Cambiar, y seguir siendo esencialmente los mismos, es algo que no se aprende ni fácil ni rápidamente, ya que requiere un esfuerzo constante porque el sistema psíquico busca estabilidad. Lo bueno es no estancarse, es darse cuenta de las propias fijaciones y limitaciones para superarlas o trascenderlas. Se abre un espacio para que el verdadero ser surja, se manifieste y se desarrolle. "Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo", solia decir Tolstoi.

¿Por qué cuesta tanto cambiar? ¿Por qué tantas personas se mantienen apegadas a sus ideas y se resisten a aceptar pruebas claras de que están en un error? ¿Por qué persistir aunque las evidencias demuestren lo contrario? Quizás se aferran de manera obsesiva a sus creencias porque les permiten transcurrir la vida sin tener que mirarse cara a cara con la incertidumbre o con la dificultad. Es posible que se obstinen en afirmar lo que afirman y creer lo que creen para no sentirse perdidos en este mundo. Ninguna persona es la misma que ayer, pero tampoco será la misma mañana, aunque se ponga empeño en ello. Las cosas no cambian, los que cambiamos somos nosotros.

La salud mental depende de la capacidad de un individuo para evolucionar y adaptarse a las circunstancias. No sirve permanecer anclados rígidamente. Hay momentos de nuestras vidas en que llegamos a un punto de inflexión, de mediocridad, de hartazgo y no queda otra que iniciar un cambio para tomar nuevas fuerzas y luego volver a volar bien alto. Llega el momento de reinventarse, de reciclarse, de hacer un alto en el camino para darle lugar a una nueva persona que llevamos dentro. Someterse a un proceso de metamorfosis es un momento duro para cualquiera, ya que abarca un replanteo de comportamientos, creencias, rutinas y estilos de vida con el objetivo de vivir intensa y plenamente.

"El águila es la especie con mayor longevidad entre las aves, llegando a vivir unos 70 años. Pero para llegar a esa edad, a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión. Sus uñas están apretadas y flexibles, ppor lo que no consigue atrapar a las presas con las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva apuntando hacia el pecho. Sus alas están envejecidas, pesadas y sus plumas muy gruesas, por lo que volar le resulta muy difícil.

Debido a esto, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar el sitio adecuado, el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancarlo. Después de ese momento doloroso, debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con el que luego desprenderá una a una sus uñas.

Cuando las nuevas uñas empiezan a nacer, comenzará a renovar su plumaje. Pero luego, tras cinco meses, saldrá para dar su vuelo de renovación y podrá vivir 30 años más".

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