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La urgencia de los cuidados para salir de la trampa del desarrollo

Expandir los espacios de crianza, enseñanza y cuidado hasta llegar al 53% de cobertura (sumar más de 750.000 niños y niñas a estos espacios) generaría 1 millón de puestos de trabajo, de los cuales el 65% sería femenino, y podría impulsar el crecimiento del PBI en más de 4,2%

Gala Díaz Langou

Nuestro país alcanzará en 2023 el hito de cumplir cuarenta años ininterrumpidos en democracia. Esto significa un logro en sí mismo, que estuvo acompañado por las ampliaciones de derechos para construir una sociedad más igualitaria. Pero, luego de cuatro décadas, todavía tenemos asignaturas pendientes, como la pobreza estructural y la inestabilidad económica.

Este aniversario, sin dudas, es una oportunidad para impulsar acuerdos para resolver estos problemas y desafíos estructurales. Por eso, desde Cippec lanzamos Democracia 40, un proceso de diálogo participativo, multiactoral, intergeneracional y federal, que busca que en las próximas cuatro décadas de democracia podamos alcanzar un mayor desarrollo inclusivo y sostenible.

Uno de los acuerdos prioritarios que hay que alcanzar es cómo superar la crisis de cuidados que atravesamos. En Argentina, tener hijos e hijas implica aumentar las posibilidades de encontrarse en situación de pobreza. Los hogares con niños y niñas tienen muchas más dificultades para contar con ingresos que superen la canasta básica.

Es por eso que más de la mitad de los niños, las niñas y adolescentes vive en la pobreza. También es la razón por la cual muchos de ellos no conocieron otra situación que esa (viven en una contexto de pobreza crónica). Esto sucede porque, al tener hijos e hijas, cada hogar debe enfrentarse a una decisión: ¿sacrificamos ingresos o sacrificamos cuidados? Es cierto que hay hogares que pueden darse el lujo de tercerizar los cuidados, contratando un servicio o bien a cuidadoras. Pero la gran mayoría de las familias no cuenta con esa opción. Esta disyuntiva no siempre debe ser tal.

En muchos países existe una red de servicios públicos que se constituye como una tercera opción. Por lo general, estas redes garantizan la provisión tanto de dinero como de servicios y de tiempo. El componente del dinero es el que tenemos más desarrollado en Argentina, con las transferencias que se destinan desde el Gobierno para las familias con niños y niñas.

Sin embargo, estas transferencias tienen dos problemas: cobertura y suficiencia. Cobertura porque todavía hay cerca de un 10% de niños y niñas que no está cubierto por ninguna transferencia y la mayoría se encuentra en los estratos más bajos de la distribución por ingreso. Suficiencia porque aun aquellos que reciben transferencias no tienen garantizado que eso implique no encontrarse en situación de pobreza.

El componente de servicios hace referencia a contar con espacios que puedan garantizar la crianza, la enseñanza y el cuidado de niños y de niñas, como jardines, centros infantiles, centros barriales o espacios privados. Pero, en Argentina, solamente cerca de un tercio de los niños y de las niñas menores de 5 años puede asistir a uno de estos espacios. Quienes más acceden son los niños y las niñas de las familias pertenecientes al 20% más rico del país.

El tercer componente es contar con tiempo pago para cuidar: licencias. En Argentina, solamente la mitad de las personas que son madres o padres puede tener una licencia paga (el resto es independiente o está en la informalidad). Esto vulnera el derecho de esas madres y de esos padres, pero también el derecho de los bebés que ya nacen con situaciones muy desiguales según la suerte que haya tenido su familia.

Argentina también tiene la licencia por paternidad más corta de América latina y eso potencia el impacto que tiene la maternidad para obstaculizar la vida laboral de las mujeres y amplía las brechas de género.

Además de estos tres componentes, los países que están logrando resolver la crisis de cuidados también tienen mediciones frecuentes que enfatizan la relevancia del sector de cuidados en la economía (en Argentina representa un quinto, aproximadamente).

También garantizan los derechos laborales de las personas que trabajan en el sector de cuidados (en Argentina todavía tres cuartos de las trabajadoras domésticas están en la informalidad). Avanzar en estos tres aspectos debería, sin dudas, ser una prioridad porque contribuye a garantizar los derechos de las madres, de los padres y de los niños. Pero también debería ser una prioridad porque es una precondición para el desarrollo.

Desde Cippec hicimos una estimación: invertir en expandir los espacios de crianza, enseñanza y cuidado hasta llegar al 53% de cobertura (sumar más de 750.000 niños y niñas a estos espacios) generaría 1 millón de puestos de trabajo, de los cuales el 65% sería femenino, y podría impulsar el crecimiento del PBI en más de 4,2%. La modificación del régimen de transferencias para garantizar el acceso universal y mejorar las transferencias generaría 133.000 puestos de trabajo, reduciría un 25% de la pobreza infantil y contribuiría a un crecimiento del PBI de 0,7%.

Contar con un sistema integrado de cuidados no es solamente una cuestión de derechos sino que debería ser también una preocupación para alcanzar tanto el desarrollo humano como el crecimiento económico. Nuestro presente indica un profundo desconocimiento de la relevancia de los cuidados y, en particular, de su función social.

En un contexto tan apremiante como el actual, resolver la crisis de cuidados puede parecer una cuestión que no debería ser prioritaria o, incluso, posible. Pero, por el contrario, tenemos que lograr entender que, si no resolvemos la crisis de cuidados, Argentina va a tener muy pocas chances de salir de esta trampa del desarrollo en la que nos encontramos. No es posible el crecimiento sostenido o el desarrollo sin equidad.

 

* Directora ejecutiva de Cippec

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