DESDE ADENTRO

Actitudes y emociones positivas: todo un plan

Son energías que nos crean y también nos transforman

agodino

Para muchos, lamentablemente, la vida carece de sentido. Pero, en verdad, todo adquiere su significado de acuerdo con el modo en que veamos las cosas, las valoremos y permitamos su impacto en nosotros. Es nuestra disposición la que da forma a todo lo que acontece a nuestro alrededor. Las experiencias de la vida son simplemente eso, experiencias. Sin embargo, nuestro cerebro decodifica cada una de ellas: desarrollar el poder de transformar el impacto de esas experiencias en nosotros es, por su potencia, algo muy parecido a hacer magia.

Una buena actitud es la fuerza que nos hace persistir, resistir y triunfar, siendo lo que nos permitirá saltar barreras y hacernos grandes. Es una energía interior motora; no puede verse, no puede tocarse, pero se expresa en nuestras respuestas y en nuestro estilo para afrontar lo cotidiano. Y, en ese marco, la vida misma nos ayudará a diseñar la mejor actitud, ya que es el juego de priorizar lo que mejor encaja con nuestra personalidad.

Las actitudes nos hacen aceptar algo o rechazarlo, dándole brío a nuestra superación o, por el contrario, apagándonos y hasta empujándonos a tomar comportamientos derrotistas. Las emociones Están dibujadas y definidas por lo intelectivo, lo afectivo y lo conductual, son procesos que vamos internalizando a lo largo de la existencia y desde nuestras experiencias, por lo que terminan construyendo nuestra propia identidad.

Las actitudes no son aptitudes, son torres que nos dan la altura necesaria para poder ver el mundo en toda su expansión, ahí donde se extienden los sueños que parecen imposibles. La actitud es una construcción psicológica que puede reorientarse, cambiarse y enfocarse hacia un propósito. Debemos creer que merecemos ser mejores y ser felices. Si cambiamos el pensamiento, también cambiaremos la manera de transformar nuestra realidad.

La diferencia entre un buen día y uno malo no dependerá de cómo nos traten los demás sino de nuestra fuerza interior, capaz de afrontarlo todo. No es fácil, ni siquiera "esperable", que podamos mantener una actitud positiva siempre. Todos tenemos momentos de decaimiento y no por ello somos más o menos fuertes. La positividad debe trabajarse cada día.

De nada sirve quejarse, buscar culpables, negarnos a aceptar de esa forma lo que viene o hacernos preguntas sin sentido "¿por qué a mí?". La actitud es la fuerza más poderosa que impulsa los cambios, las tomas de decisión, los nuevos rumbos. "Una persona feliz no tiene un determinado conjunto de circunstancias sino un conjunto de actitudes", decía Hugh Downs.

Las emociones son procesos innatos que forman parte de nuestra vida y orquestan nuestro día a día. Sus notas nos nutren y nos ofrecen la energía necesaria para transformar nuestra realidad. Las emociones son un arma de poder, una energía que podemos conocer y controlar para redefinir muchos de nuestros aspectos y también de la propia realidad.

Presentar un conjunto de emociones y actitudes positivas va a influir positivamente en la salud mental, en el estado de salud físico y en relaciones sociales más satisfactorias. Marco Aurelio sostenía: "Cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio de estar vivo, respirar, pensar, disfrutar y amar". Construir desde una actitud positiva.

Deberíamos orientar nuestra vida cotidiana en la búsqueda de emociones positivas, haciendo hincapié en aspectos tan sencillos como permitirnos aprender cosas nuevas, relacionarnos, pasear, tocar, sentir, bailar, caminar o leer. Son pequeños "ladrillos de positividad" que van edificando un cambio continuo. Las emociones son energías que nos crean y nos transforman.

No se trata tanto de bloquear las emociones negativas como de potenciar las positivas, ya que estas neutralizan las anteriores. Ayudar a los demás, no dejar de buscar caminos o soluciones alternativas, dar amor y tener tiempo tanto para el trabajo como para el ocio. Sonreír.

"La orgullosa anciana de 78 años, elegantemente vestida cada mañana, con su cabello arreglado y el maquillaje perfectamente aplicado, se muda hoy a un asilo. Recientemente ha fallecido su esposo. Después de esperar pacientemente en el recibidor, sonrió dulcemente cuando se le dijo que su cuarto estaba listo. Mientras se desplazaba con su andador hacia el elevador le dieron una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las cortinas que colgaban de su ventana. "Me encanta", afirmó la anciana con el entusiasmo de un niño.

"Señora; aún no ha visto el cuarto, espere hasta verlo", le dijeron. "Eso no importa", respondió y explicó: "La felicidad es algo que decides con el tiempo. Si me gusta o no mi cuarto no depende de cómo estén arreglados los muebles, dependerá tanto de cómo arregle mi mente como de mi actitud diaria. Ya he decidido que me gusta. Es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto. Puedo elegir entre pasar el día acostada, repasando las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan, o salir de la cama y estar agradecida por las que sí funcionan. Cada día es un regalo, mientras se abran mis ojos pensaré en lo que viene y no en lo que ya fue".

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