DESDE ADENTRO

Soy mi propio hogar: hoy elijo cuidarme

Hay momentos en los que decidimos cobijarnos en nuestra intimidad

agodino

A veces tenemos una idea bastante extraña de lo que representa y significa el respeto. Lo cierto es que muchos de los cambios y mejoras empiezan por respetarse a uno mismo. Cuando eso sucede, también también logramos respetar tanto a los demás como al mundo en general. Este tipo de acción tiene mucho que ver con la autoestima, con comprender e incluso apreciar los rasgos de nuestro carácter.

Ahora bien, respetarse a uno mismo no debe confundirse con el ego, una máscara que incluye tan solo algunos rasgos buenos, que no siempre son verdad. El respeto que una persona debe exigirse y profesarse a sí misma contempla la autenticidad. En este sentido, el respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás implica ser conscientes de que nadie es más que nadie y, al mismo tiempo, que cada persona es única e irrepetible.

Hoy elegimos cuidarnos; hoy, finalmente, elegimos ser fuertes, darle voz a nuestros anhelos y levantar muros frente a todo aquello que nos aleja de nuestra esencia. Somos nuestra actitud, somos ese jardín que crece dentro de nosotros que debemos atender cada día. Lo sabemos, no es fácil ni tampoco nos parece adecuado priorizarnos; sin embargo, es necesario. Y nadie es egoísta por "cultivar ese jardín" que tenemos en nuestro interior.

Necesitamos tiempo para nosotros, todos debemos cuidar de ese mundo interior en el cual encontramos cobijo, fortaleza y seguridad. Solo cuando alcancemos esa felicidad interior seremos capaces de darle lo mejor a todos aquellos que amamos. Parece muy fácil de decir, e incluso de recomendar, eso de "tienes que cuidarte" porque, en este caso, no estamos hablando de prevenir un resfrío o de evitar un dolor de estómago. Estamos hablando de ese vacío existencial que nos impide ser felices, ese abismo interior que nos impide ser nosotros mismos.

Somos nuestro propio hogar, por debemos abrir las ventanas y renovar el aire para que se vaya el viento rancio y tóxico e ingrese la brisa que huele a esperanza. Somos nuestra propia casa, nuestro refugio más preciado, por eso a veces decidimos no estar disponibles porque necesitamos cobijarnos en nuestra intimidad, esos rincones privados donde podemos escucharnos, atendernos y sanarnos. Y esa es una gran verdad: el refugio que muchas veces buscamos afuera simplemente está en nuestro interior.

Si quisiéramos ingresar en algunos de estos hogares descubriríamos, tal vez, muros desvencijados, pilares débiles, salones solitarios, habitaciones vacías que huelen a tristeza y muchos rincones oscuros, ahí donde paracería nunca haber entrado la luz del sol. En efecto, si cada uno fuese efectivamente una casa estaría en la obligación imperante de atenderla, de convertirla en un espacio rico, cómodo, libre de sombras, de habitaciones cerradas y de grietas largamente descuidadas.

Vivimos en una sociedad que nos condiciona a creer que el amor hacia uno mismo es sinónimo de egoísmo. Al contrario, es ser valiente, es aunar amor propio y honestidad, es afianzar un compromiso para garantizar nuestra autoestima y nuestro bienestar en un mundo acostumbrado a moldear personas frustradas, seres que no saben cómo ser felices.

Escogerse a uno mismo nunca es fácil, pero siempre será más beneficioso. A veces estamos cansados de ser esa persona que está para todos pero nunca para sí misma, esa que siente que molesta si dice lo que los demás no esperan escuchar.

Es necesario acabar con todas esas preocupaciones que nos hacen ser quienes no somos. Esas que nacen del intento de no molestar a quienes nos rodean, pero que de algún modo ocultan nuestra verdadera identidad. Y también del sentimiento de culpa colateral, ese que nos acompaña cada vez que pensamos que el mundo espera más de nosotros.

Nos daremos permiso para ser esa persona que se refugia en su interior, esa que hasta ahora sentía pánico por salir y por sentirse rechazada. La promesa más importante que nos haremos será priorizarnos, preguntarnos en todo tipo de situaciones cómo nos encontramos, qué queremos y en base a ello decidir. "La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos sino de lo que somos", decía Pablo Neruda.

"Los animales del bosque se dieron cuenta un día que ninguno de ellos era un ser perfecto: los pájaros volaban muy bien pero no nadaban ni escarbaban, la liebre era una estupenda corredora pero no podía volar ni sabía nadar... Y así todos los demás. Una academia no serviría. Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser un pájaro. Un hombre inteligente debe sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en cada aspecto de la vida. Una persona fea difícilmente llegará a ser bonita, pero puede ser simpática, buena y una persona maravillosa, porque solo cuando aprendamos a amar verdaderamente lo que somos tendremos la capacidad de convertirnos en seres maravillosos".

Esta nota habla de: