El sonido de la resistencia: los silbatos desafían la ofensiva antimigratoria de Trump en Chicago

Mientras la “Operación Midway Blitz” avanza con redadas en barrios latinos, miles de vecinos usan silbatos para alertar la presencia de agentes y defender su derecho a permanecer

BAE Negocios

En las calles de Pilsen, Albany Park y Oak Park, el sonido agudo de un silbato se volvió símbolo de alarma y desafío. Desde que el gobierno de Donald Trump lanzó la “Operación Midway Blitz” en Chicago, una campaña destinada a intensificar los operativos contra la inmigración ilegal, el miedo comenzó a circular en los barrios con más población latina. Pero también una respuesta inesperada: los silbatos.

Una red civil de alerta

Los organizadores de esta inusual forma de protesta distribuyen miles de pequeños dispositivos de plástico entre vecinos dispuestos a advertir la presencia de agentes federales. En los suburbios, las madres que acompañan a sus hijos a natación los llevan colgados del cuello; en los parques, los silbatos se amontonan en las “pequeñas bibliotecas gratuitas” que antes servían solo para intercambiar libros.

“Es una resistencia, le guste o no a la gente esa palabra”, sostiene Teresa Magaña, cofundadora de Pilsen Arts Community House, la galería que se convirtió en epicentro de esta red ciudadana. Desde allí salieron miles de kits con un folleto que enseña cómo actuar ante una redada: tres soplidos cortos si los agentes están cerca, uno largo si hay una detención en curso.

La lógica del sonido

Magaña trajo la idea desde Los Ángeles, donde había visto a activistas utilizar los silbatos con eficacia. “En esos videos se ve cómo los agentes se van o bajan el tono cuando aparecen las cámaras”, explicó. En Chicago, el método se expandió rápido. Los eventos llamados Whistlemania —reuniones para armar y distribuir los kits— convocaron a cientos de voluntarios. En algunos casos hubo que rechazar gente por falta de espacio.

La dinámica combina urgencia y contención. Vecinos que antes se sentían impotentes encuentran en ese gesto mínimo una manera de cuidar a otros. “Saber que puedo ayudar me da un poco de esperanza”, dijo Yesenia Villegas, cuyo tío fue asesinado el mes pasado por agentes de inmigración durante un control de tránsito en Franklin Park.

De la angustia a la acción

En los últimos fines de semana, los encuentros se multiplicaron en bares, pizzerías y centros culturales, describe wbez.org. Isabella Murk, maestra en Albany Park, asistió a uno tras presenciar enfrentamientos con gases lacrimógenos en su barrio. “Fue la primera vez que tuve miedo real en mi comunidad”, admitió.

Jackie Birov, otra voluntaria, recorrió media ciudad para conseguir un lugar en Avondale, un barrio de la zona noroeste de Chicago, históricamente obrero y con fuerte presencia de inmigrantes polacos, latinoamericanos y filipinos. "Me importa esta ciudad y la gente que está siendo atacada", afirmó. Esa noche volvió a su casa con un silbato nuevo. "Todos a mi alrededor ya tenían uno. Me alegra tener el mío también".

En medio del clima de tensión que domina a Chicago, ese sonido breve y agudo funciona como aviso, consuelo y acto político. Una nota sostenida en el aire que, por ahora, suena más fuerte que el miedo.

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